En exclusiva para El Escarabajo, el multipremiado poeta panameño, Javier Alvarado, nos comparte una selección poética de «Llanto en los jardines de El Salvador», finalista del Premio Iberoamericano de Poesía José Santos Chocano, 2023. El poemario es un recorrido por la historia del país centroamericano, narrada a través de las figuras de los jardines (cacao, café y rosales) y un homenaje a las víctimas del colonialismo, el etnocidio de los náhuat pipiles del año 1932 y del conflicto armado de los ochenta. El poemario será publicado en El Salvador en 2024
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No es más que el tiempo precolombino de la lumbre. No es más que el tiempo
colonial de la sombra.
Ya pasaron Andrés Niño y Pedro de Alvarado, desterrándonos de las montañas
Y desterrándonos de las costas. ¿Dónde estuviste, Señora de los pantanos y
de la narración futura?
Entre los hibiscos y el humo de las aldeas;
Los bohíos que se van caminando
Por toda la historia
Y se asilan a las montañas,
A sus lluvias ancestrales
Aneblando el oro,
El oro enlutado que no se desea y que trepa por los árboles
Y sigue guindando de los cuellos de las doncellas
Para ocultar ese otro sol. Estas son las voces del alquitrán, esta es la poesía
(de las rocas.
Este es el comienzo del final y es el final del comienzo
Cuando este libro descombra mi historia personal y colectiva,
Cuando estos versos
Escarban el mapa
Que fue traspasado
Por sables
Y espadas
Y balas de cañón
Y ahora por municiones de calibres intensos,
Como el filtro de una telaraña
Para asilar la presa en estos ensayos-historias
Que se densifican,
Y que se arrastran al final de la página.
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Sobre mi boca hay una nómina,
Sobre mi lengua
Hay un murcielaguero
De brasas
Y universos
Que explotan
En la fanega del asombro.
No quiero huir.
No quiero destellar
En la infinitud de los deshielos,
De los vapores
Que se traducen de la tierra
Del canto y el no canto,
Cuando el pájaro elixir
Arremete
Contra el cielo
Y las maravillas
Cuando el pájaro elixir
Y el pájaro chicha
Y el pájaro canto
Y el pájaro no canto
Traspasan los ápices de la luna
Y se consagran a la vigilia de la tregua
Cuando me faltó el habla para acercarme
A este árbol que deshereda sus raíces para deshilvanar la danza
(y a la marabunta
de la selva.
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Son las noches escritas en el pañuelo.
Son las noches que sobrevuelan
Como un águila arpía
obre las moradas
De los otros.
El gavilán y las demás aves carroñeras
Sobrevolaban
Escudriñando el caserío.
Ya se incendian con sus narraciones
Y sus violaciones de golpe.
Me destierro a las sílabas múltiples
Y a los vocablos simples
O a las enormes trovas
Desde la hamaca ancestral;
Donde mi lengua se convierte en un parpadeo plumario de torogoces.
ANASTASIO AQUINO, REY DE LOS NONUALCOS
Olvidamos al dios
bajo la corona de espinas.
Olvidamos que nunca más un dios
volverá a confiar en el mundo.
Paul Muldoon
Sí, podríamos comprender que no naciste para cortar los árboles,
Tampoco para recoger la leña en Santiago Nonualco ni para recordar el sabor
(de la ceniza;
Eras como un páramo que se extiende ante las galernas,
ante las plantas carnívoras que preguntan una y otra vez por el juego de pelota de los
indígenas mesoamericanos,
Aquellos que conformaban equipos rivales y que se disputaban el balón
Para traspasar la circunferencia en la esquizofrenia de la muerte.
Si te preguntaran, elegirías morir sobre los campos,
Intangible a las sogas y a las armas,
Mutarías en rosas y en rosales;
(Campesino desoído, río desoído). Así te dejaron
Sin tierra
Y la tierra
Ya no era nuestra
Y preguntaste a los torogoces:
«¿A dónde vuelan ustedes
Si ya no los vemos
Por nuestros caminos
Cubiertos de pedernales?
¿A dónde van sus colas
Y su aleteo con el cielo
De una despedida,
El amarillo que es fácil de recordar por las heredades del sol
Y el negro
Que hay en los ojos de las muchacha
Que nunca envejecerán
Como el rocío
Que hay entre las lenguas del zacate
Y en las hojas del loroco?»
Nada como portar una corona de espinas.
Nada como una corona de dolor
Aunque sea de oro,
Una corona de San José de la Iglesia del Pilar
Para no olvidar que podemos liderar un levantamiento sacro,
Que también hay un reino en la pobreza,
En la aurora y las raíces.
Yo también puedo ser el monarca
Con la tiara del carpintero y combatir el tiempo de las farsas.
Las matas de frijoles cubren los campos
Y no hay antecedentes de dinastías ni de sagradas familias.
Mi casa es el pecho de mi pueblo, sucio y desarrapado.
Soy el enemigo de los terratenientes y mayorales.
En la milpa escarbo,
En la milpa dibujo las numerologías de la fertilidad
Y el agua de la lluvia
Me devuelve una carta
Y soy Anastasio Aquino sin parcela;
Aquí con mis tropas
Y mis hombres
Terciando a los caballos, en las hogueras, en los madroños y bejucos.
Del cuello de mi alazán cuelgan las guirnaldas de los muertos;
Esas campánulas de mi país
Golpeado
Por las guerras y las entreguerras,
Donde toda la violencia trasciende a las saudades.
Nadie querrá repetir mi nombre,
Rey y Señor de los Nonualcos.
Esta es mi historia y la historia de El Salvador con mi cabeza despedida.
¿Dónde quedó entonces la corona de San José?
¿Dónde quedó entonces la corona del Rey y Señor de los Nonualcos?
IZALCO
y mis venas, volcán, reviente en iras?
Francisco de Quevedo
Izalco y el tiempo que se nubla y se devuelve,
Izalco con sus piedras
su volcán
y sus estertores temerarios.
Camino Izalco Arriba, Izalco Abajo
Y el orvallo me describe y viceversa;
Supuro por las heridas dejadas por el oro,
Soy quien abre este grano de fuego, esa circunvalación de los dioses
Que me entra por la cabeza, como un reino desvestido;
La noche es un cuerpo
Lleno de mosto y todos lloran por mí y me compadezco.
Este es Izalco el pueblo de las lanzaderas y el café.
El pueblo que camina descalzo y que deja entrar el aire en los cotones.
Hablamos el náhuat porque lo aprendimos de los pájaros,
De los señores que cuidan la quebrada
De las diosas que tejen canastos y lluvias en las plazas
Y de las mujeres que nos ofrecen su coloquio con los caracoles.
Izalco es una palabra para abrirla,
Una ilusión para festejar y bailar la danza en la cosecha,
Una tregua antiguamente implantada,
La invocación del maíz y las tortillas, una aurora de ofrendas fulgurantes.
Esta es Izalco donde cortan mis manos, las casas de obsidiana
Donde tomo una taza con una bebida inexistente y me sumerjo en ella.
Camino Izalco Arriba,
Izalco abajo
Y el orvallo me describe
Y viceversa.
Esta es Izalco donde el tiempo se nubla y se devuelve,
Donde están sus piedras dialogándome con su volcán de estertores temerarios
JAVIER ALVARADO (Santiago de Veraguas, Panamá, 28 de agosto de 1982). Hizo sus estudios en el colegio Panama School, luego obtuvo el título de Licenciado en Lengua y Literatura Españolas por la Universidad de Panamá en el año 2005. Posee las maestrías de Bellas Artes en teatro, especialidad en actuación y de Educación Superior. Ha sido galardonado con el Premio Nacional de Poesía Joven de Panamá Gustavo Batista Cedeño (2000, 2004, 2007 y 2014); Premio de Poesía Pablo Neruda (2004) y Premio de Poesía Stella Sierra (2007). Poeta residente por la Fundación Cove Park, Escocia, Reino Unido, 2009. También fue Mención de Honor del Premio Literario Casa de las Américas de Cuba (2010) con su obra Carta Natal al país de los Locos (Poeta en Escocia); Primer Premio de los X Juegos Florales Belice y Panamá, León, Nicaragua con Ojos parlantes para estaciones de ceguera; Premio Centroamericano de Literatura Rogelio Sinán (2011, poesía) con el libro Balada sin ovejas para un pastor de huesos; Premio Internacional de Poesía Rubén Darío de Nicaragua por su libro El mar que me habita; Premio Internacional de Poesía Nicolás Guillén (2012) por su libro Viaje Solar de un tren hacia la noche de Matachín; Finalista del Festival de la Lira (Ecuador, 2013) por su libro Carta Natal al País de los Locos (Poeta en Escocia). En 2014, un jurado conformado por el poeta español Antonio Gamoneda, el poeta peruano Rodolfo Hinostroza y Julio Pazos de Ecuador, le otorgaron el Premio Medardo Ángel Silva a obra editada por su libro Carta Natal al país de los Locos. En el 2015 obtuvo el premio Ricardo Miró de poesía, máximo galardón de las letras panameñas; en 2017 obtiene el Premio Hispanoamericano de poesía de San Salvador; Premio Juegos Florales de Quetzaltenango, 2018; en 2019 obtiene la Mención de Honor del Premio Mundial de Poesía Mística Fernando Rielo; Segundo Premio Concurso Virgen del Carmen de Alcañiz, 2020; en 2020 obtiene junto a Lucía Estrada y el traductor Russel Karrick the Gabo Prize in Literature in Translations & Multilingual Texts; en 2021 obtiene el Premio de la Fundación Naaji Naaman en El Líbano; el Premio Rey David de Poesía Bíblica Iberoamericana en Salamanca, España; el Premio Municipal de Poesía León A. Soto en el marco del Bicentenario; Segundo Premio del Tren Antonio Machado de los Ferrocarriles Españoles; Segundo Premio IPEL del Ministerio de Trabajo; Primer Premio de la Fundación Nostos en los 200 años de la Independencia de Grecia; en 2022 se hace acreedor al Gran Premio de Amor Varadero por su poema «El vino»; Premio Internacional de Poesía Sor Juana Inés de la Cruz en 2022; Premio Dámaso Alonso en 2023 concedido por la Academia de Buenas Letras de Madrid por su vida y obra; y finalista del Premio Iberoamericano de Poesía José Santos Chocano.