Celebrar la Paz

Celebrar La Paz. 30 años de los Acuerdos de Paz

EDITORIAL.- Ha pasado un año desde el primer editorial de El Escarabajo, Prohibido olvidar, y la situación de El Salvador, lejos de cambiar, empeoró a escenarios oscuros y poco alentadores en términos democráticos, reivindicaciones sociales, libertades individuales y Derechos Humanos.

Hace un año, el pueblo clamaba por no olvidar la memoria histórica de un país que vive un eterno círculo de recomposición, como parte de un desgastante capricho mesiánico de cada mandatario de turno hasta llegar, nuevamente, a otro régimen autócrata, beligerante, que a 30 años de los Acuerdos de Paz, intenta reescribir la historia con fines netamente políticos para mantenerse en el poder, como lo hizo la dictadura militar que duró varias décadas desde aquel genocidio de enero de 1932.

Gracias a los Acuerdos de Paz, El Salvador logró el fin de una guerra de doce años, que ahora parece regresar con una remilitarización como política pública de un régimen que también ha reutilizado tristemente la persecución política, la criminalización de periodistas, investigadores, activistas de derechos humanos, intelectuales y disidencia en general. 

La paz salvadoreña se alcanzó con el llanto y la sangre de miles de salvadoreños, independientemente del bando en el que lucharon, que honraron a la nación en busca de reivindicaciones que después fueron conquistas y que ahora parecen ir desapareciendo en la medida que se cooptan las instituciones. 

Gracias a los Acuerdos de Paz dejamos atrás las dictaduras militares, la represión política, el asesinato y las desapariciones como política de Estado. Gracias a los Acuerdos de Paz gozamos de una democracia plena, con la representación de todas las ideologías posibles, que ha posibilitado el ascenso al Poder de partidos políticos de derecha y de izquierda. Gracias a los Acuerdos de Paz hemos gozado, en la mayoría de las veces, de un verdadero sistema de frenos y contrapesos que ha servido como un obstáculo a las actuaciones arbitrarias de los gobernantes de turno. Gracias a los Acuerdos de Paz el pueblo salvadoreño puede cambiar, cada cinco años, al presidente de la República sin que este ambicione reelegirse. Sin embargo, en tan poco tiempo, todo esto se está perdiendo. 

Intentar cambiar la narrativa de la historia salvadoreña para dar a entender que los Acuerdos de Paz son el producto de dos grupos es faltarle el respeto a la memoria de esos miles de salvadoreños que cayeron en la guerra y sus familias. Si bien en el ejercicio de la democracia hemos sufrido corrupción de parte de todos los gobernantes, incluyendo los actuales, no por ello despreciaremos todas las conquistas de los Acuerdos de Paz. 

Los Acuerdos de Paz son producto de una negociación entre el Estado salvadoreño y el FMLN, un grupo beligerante que buscaba ciertas reivindicaciones, negociaciones iniciadas por el entonces presidente Duarte, del Partido Demócrata Cristiano, y culminadas por el entonces presidente Cristiani, de ARENA. Esto demuestra que los Acuerdos de Paz no fue una negociación entre dos grupos sino entre el Estado de El Salvador y cinco facciones o grupos que conformaban el FMLN y que posteriormente se convirtieron en partido político, y los beneficiados de este pacto es todo el pueblo salvadoreño que, desde entonces, ha vivido en paz sin temor a ser perseguido o asesinado solo por pensar diferente. Querer desmantelar esta verdad histórica es producto de la peor calaña. Por tanto, en El Escarabajo afirmamos que sí hay razones para celebrar los Acuerdos de Paz, pues constituyen nuestro verdadero parteaguas para la existencia de la democracia. 

La paz salvadoreña está herida, aquella que se alcanzó hace 30 años, y es urgente su rescate, mantener la llama de esperanza, conservando viva su historia y memoria, aún cuando la narrativa del régimen sea enterrar todos aquellos recuerdos que confronten las locuras del dictador. 

San Salvador, 16 de enero de 2022 

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