«Los periodistas son historiadores exprés. Trabajan a contrarreloj con la materia de lo inmediato. Cazadores de sucesos frescos. Digo esto y pienso en Marta Sandoval. Una de las periodistas guatemaltecas que se hizo un nombre a lo largo de más de una década de contar historias en las páginas del diario elPeriódico y luego en Revista Contrapoder». En El Escarabajo presentamos una columna de Vania Vargas sobre Marta Sandoval, publicada originalmente en Plaza Pública
Vania Vargas / Escritora guatemalteca
Las primeras nociones que uno tiene de su país le llegan en la infancia tardía a través de las noticias. Sus primeros rasgos empiezan a ser delineados por esa voz que anuncia la emisión radial de los medios días o bien por la cantidad de letras pequeñas que se desbordan en las páginas previas a las historietas y los crucigramas. El periodismo escribe la biografía apócrifa de las ciudades, esa que preferirían que no se develara, la que no lleva maquillaje, la que negarán tres veces. Con el paso del tiempo, vamos entendiendo que ese caos, que esa violencia de cada día, que esa pugna que no se acaba es un país y que nos pertenece, que le pertenecemos. Que es un legado que recibirá nuestra impotencia.
Los periodistas son historiadores exprés. Trabajan a contrarreloj con la materia de lo inmediato. Cazadores de sucesos frescos. Maestros de la claridad, los datos concretos que terminarán en una nota que puedan entender, en medio de la rapidez de los días, los lectores que esperan un servicio o que curiosean las páginas de un diario mientras se termina una taza de café. Basados en seis preguntas, deben darle nombre, protagonistas, lugar, causa y forma a un suceso que inmediatamente será relevado por otro suceso. Y que, en conjunto, serán olvidados mañana.
Sin embargo, en medio de la avalancha de datos, de imágenes repetidas todos los días, de números en ascenso y descenso, existe una especie de periodistas, son pocos ellos, quienes apuestan contra la inmediatez, que van más allá de la superficie, humanizan los datos, las cantidades y como quien saca la punta de un hilo de una noticia de dos párrafos, lo extienden para hilar una trama de voces, de hechos que amplían el panorama más allá de lo que el periodista de diario pudo, en principio, observar. Son los que quieren escribir, los que quieren hacer literatura a alta velocidad, como alguna vez dijo Octavio Paz del periodismo. Son los que quieren contar historias y salen a la caza de sus semillas cotidianas.
Digo esto y pienso en Marta Sandoval. Una de las periodistas guatemaltecas que se hizo un nombre a lo largo de más de una década de contar historias en las páginas del diario elPeriódico y luego en Revista Contrapoder. Un oficio al que no imaginó llegar, porque si bien ella quería escribir y contar historias, fue la casualidad la que la llevó a hacerlo por el camino del periodismo. En primera instancia el del arte, la cultura y sus protagonistas presentes y pasados. Un preludio fascinante a las historias de la violencia cotidiana, a sus víctimas y sus victimarios, en las que narran los testigos sobrevivientes que parecieran haber sido olvidados por todos y en cuyos testimonios hay una perspectiva de un relato, de una cicatriz nacional, que nos va definiendo en colectivo.
Un trabajo de años que, en 2019, pasó por un proceso de rescate para recopilar un total de 21 historias, que aparecieron originalmente publicadas en medios escritos entre los años 2005 y 2015. Relatos breves e intensos. Historias fascinantes, terribles, inquietantes, en muchas de las cuales no falta el humor. El resultado fue un libro de crónicas titulado ¿Cuántos soldados se necesitan para enterrar un conejo? La publicación salió bajo el sello de Linotipo editorial, un proyecto que no pudo continuar, pero que le heredó a sus lectores una obra que está a la altura de los mejores libros de relatos que se han escrito en este país, y que colocan a Marta Sandoval como una de las grandes cronistas de su tiempo.
El libro se atraviesa de la mano de la memoria y del asombro. En sus historias está el eco de sucesos que fueron noticia, alguna muy breve, quizá; otra que debió pasar inadvertida para muchos, pero no para su curiosidad, esa que lleva al lector a revisitar los hechos por otras rutas, por medio de otras voces. Allí está la novelesca narración del abogado que se mandó a matar, el perfil del genocida, desde sus inicios en el ejército, hasta la anulación de la sentencia que lo condenaba. O el testimonio del ex soldado que trabajaba cuidando carros y que estuvo preso injustamente acusado del asesinato de un presidente. Allí, el extraño caso de un pueblo poseído a orillas del lago de Atitlán o la historia de los guerrilleros olvidados, en la Sierra de las Minas, que nunca se enteraron de la firma de la paz, entre otras no menos impactantes.
El libro se lee como un conjunto de historias que golpean el doble, porque vienen de la calle, esa que se transita todos los días, esa en la que se adormece la empatía. Golpean el doble, porque nacieron y explotaron en este país que compartimos y nos hermana en sus luchas y sus tragedias.
Hoy, Marta Sandoval trabaja de manera independiente en proyectos periodísticos, da talleres acerca de la manera de contar historias, a los que se puede acceder por vía virtual, y está escribiendo su primera novela. Mientras esa nueva historia llega al final, siempre será un buen momento para leer sus crónicas, para acercarse a su manera de poner rostros y nombres, de construir espejos de la humanidad, la nuestra. Un hecho que hace que sus historias nos toquen, nos sacudan el asombro, ese que, aquí, hay que estar resguardando, tanto como se resguarda la esperanza.
LEER UNA CRÓNICA DE MARTA SANDOVAL
VANIA VARGAS (Guatemala). Poeta, narradora, editora y periodista cultural independiente. Autora de los libros de poesía Cuentos infantiles, Quizá ese día tampoco sea hoy, Los habitantes del aire, y Señas particulares y cicatrices. Libros de los cuales han salido algunas selecciones publicadas en Chiapas, México; Puerto Rico y Montevideo, Uruguay, así como la reunión de poemarios bajo el título Relatos verticales. En narrativa ha publicado Después del fin y Cuarenta noches. Es, además, coordinadora de los libros de ensayo Nuevo Signo: siete poetas para nombrar un país; y Luz: trayecto y estruendo -una aproximación colectiva al legado literario de Luz Méndez de la Vega. Publicó en 2022 El cuaderno del fin del mundo, un ensayo poético sobre la pandemia del COVID-19 y nuestras vidas. Ha sido invitada a las ferias del libro del Zócalo, Panamá y Guadalajara, así como a los departamentos de Español de la Universidad de Stanford, en San Francisco, California, y la Universidad de Copenhague, donde compartió su trabajo. Fue parte de los festivales internacionales de poesía de Granada, Nicaragua; Quetzaltenango, el latinoamericano de poesía, Ciudad de Nueva York; Medellín, Colombia, y Leiria, Portugal.