Editorial FALENA entrevista al escritor guatemalteco Francisco Alejandro Méndez a propósito de la nueva novela a publicarse dentro de su sello editorial, llamada Puede que no sean ángeles
- ¿Cómo surge la inquietud para dedicarse a la escritura de novelas, considerando los códigos narrativos y características de la novela negra? ¿Tiene producción literaria en otros géneros?
He publicado con anterioridad la novela Completamente inmaculada, que es una historia de desmadre, distópica, en el sentido amoroso, en el que el sexo, la droga y la música forman parte de su trama. Esta novela, afortunadamente, ha tenido 5 ediciones; dos en Costa Rica y 3 en Guatemala.
Siempre, por mi formación periodística y por mi trabajo de investigación, tenía el deseo de crear un detective, que anteriormente en mi país no había, que pudiera ser protagonista y que fuera uno de los referentes de la ficción. Cuando me encontraba cursando postgrados en Costa Rica, se me ocurrió poner en el juego al comisario Wenceslao Pérez Chanán y a su equipo; así es que de ese tiempo para acá, pues, ya van varias historias. También he publicado varios libros de cuentos, uno de poesía, de crítica y de periodismo. Además de las 5 novelas del comisario, que han salido ya a luz. - ¿Cuál es su filiación literaria, si se le puede llamar así, o que autores han sido significativos en sus procesos creativos? ¿Cómo pone en marcha esos procesos?
He sido un lector que se “empatina” con autores, es decir, que cuando conozco uno, trato de agotar sus obras y leerlas todas. Me ha pasado con Alejo Carpentier, Julio Cortázar, y con los escritores estadounidenses, como Raymond Chandler, Dashiell Hammett, entre otros. Hubo un tiempo que me comencé a leer todas las novelas de Simenon, lo cual me llevó casi dos años. Igual con Henning Mankell, uno de mis autores favoritos del género. No puedo dejar de mencionar a Rubem Fonseca, al que le he rendido mucha devoción. Siempre ando al descubrimiento de autores y cuando cae en mis manos una de sus novelas, como me ocurrió con Phillip Kerr, Ian Rankin, Leonardo Padura, entre otros; trato de alimentarme de su universo negro, pues de cada uno de ellos se aprende mucho para la escritura propia. - El comisario Wenceslao Pérez Chanán, su héroe policial, y sus detectives colaboradores, son parte de una serie de novelas negras: ¿los ha incluido en otros ámbitos narrativos o espaciales?
Sí, desde que comencé con esta saga, hasta la fecha se ha publicado, por el orden, Juego de muñecas, Saga de libélulas, Si Dios me quita la vida, Está de perros (un caso peludo para el comisario), 5 casos peliagudos para el comisario. El equipo siempre ha estado presente. Wenceslao que es la parte intelectual y quien dirige la investigación, Enio y Fabio, quienes, cada uno con sus características, son los “detectives estrella”, y Julia, la secretaria, quien complementa el equipo. La mascota del comisario, Muñeca, es protagonista en alguna de las historias, pues forma parte de la familia Pérez Chanán. - Se puede establecer algún distintivo entre el detective Pérez Chanán y los personajes policiales de las novelas policiales célebres? ¿Tendrá mucha vida su detective en novelas subsecuentes?
Ojalá lo existiera. Siento mucha atracción por lo detectives del Hard Boyle, aunque el comisario, de alguna manera, es pacífico; por otro lado, el encanto de los detectives Sam Spade y Marlowe siempre me han tenido atrapado. Quizá el que podría tener cierta relación, ahora que lo veo, puede ser Maigret, el detective de Simenon, ya que el policía tiene una esposa con la que interactúa constantemente. Maigret, pacífico, analizador, podría tener cercanía con Chanán. - ¿Cuál es su opinión respecto de que al género (o subgénero) policial, tradicionalmente, se le ha considerado “con sospecha” en tanto objeto literario estético?
Es un género que ha sido ninguneado, por la crítica, por la academia y me parece que es debido a su éxito y su variedad. En una novela, este género puede encontrarle la historia genética de un país, como ocurre con la novela de Arnaldur Indridason, autor islandés, que confecciona novelas, verdaderamente maravillosas, por citar uno. A inicios del siglo XX, autores franceses y estadounidenses eran muy leídos en ediciones Pulp, y eso, creo, ha molestado a muchos. El mismo Vargas Llosa escribió hace poco un texto denostando al género, lo cual me parece un pura envidia o desconocimiento, a pesar de que él escribió ¿Quién mató a Palomino Molero?, que bien queda como aquel dicho que reza: “el que escupe al cielo…” - ¿Se plantea el ejercicio del género negro o de su escritura en general, con una intencionalidad social o ética previa, más allá de la creación literaria?
Pienso que son varios los sentimientos y las intenciones de escribir sobre un héroe policial en un país en el que la propia policía es rechazada por la población debido a su papel histórico como una institución represora y no aliada del pueblo. Es decir, que hay una ironía o una carnavalización. Por otro lado, el género ofrece las posibilidades de ser politemático, es decir, que hay muchas posibilidades de discutir, durante la novela o un cuento, los principales acontecimientos de un país, una ciudad o un lugar inexistente.
Más allá de la creación literaria, está el hecho de narrar situaciones extremas, pero con un humor negro, con un policía barrigón que no acepta premios, sobornos o aumentos, pues su función es resolver casos y encerrar a los malhechores. - En su literatura, ¿existen entrecruzamientos entre ficción y realidad?; ¿Si es así, cómo ésta ha influido su trabajo como escritor?
Quizá la forma en la que he vivido constantemente: el anhelo de querer hacer cosas grandes; cuando fui seleccionado de tenis de mesa, quería ser campeón de Latinoamérica, sólo alcancé a ser de Centroamérica; con mis perros, los llevé a competencias a varias partes del continente; y en mi literatura he tratado que sea trascendente en ciertos lugares. El periodismo me ha ofrecido estar en lugares privilegiados, de conocer y aceptar la realidad de varios países del área, de investigar y de presenciar, desde combates entre la guerrilla y el ejército; fusilamientos, cementerios clandestinos, una papa visitando a Fidel; hombres que se han suicidado en la jaula de los tigres, entre otros, como hacer el horóscopo. Pero la lectura de estos maestros del género negro, de periódicos, escuchar radio o historias que la gente te cuenta, me parece que son clave para eso. - ¿Hay algo peculiar en cuanto a la creación de novelas negras en la región centroamericana o latinoamericana, en comparación con otras latitude: la europea, por ejemplo?
Definitivamente que sí, desde los contextos, los antagonistas y los espacios en lo que los detectives se desplazan. Pero, sobre todo, la construcción de los personajes. Por ejemplo, vemos que en las novelas nórdicas detectives de más de 50 años, personajes de 70, 80, mientras que los nuestros son, evidentemente, más jóvenes. Por ejemplo Wallander, el derective de Mankell escucha música clásica todo el tiempo; Chanán escucha salsa clásica; la comida de Pepe Carbahlo es espectacular, es un sibarita; mientras que el detective de Sergio Ramírez come pollo empanizado de carreta, por ahorrarse los viáticos. En muchas de las historias, ahora estoy recordando… Después de Heredia, de Ramón Díaz Eterovic; después de Paco Ignacio Taibo II, los detectives manejan mucho el humor y el cinismo. Una diferencia puede ser que los detectives europeos, en medio de un poco de humor, involucran temas de racismo, migración, género, como es el caso de Mankell. - ¿Conoce la producción narrativa de otros autores de novela negra, que le resultan cercanos en cuanto al género negro?
Pues, admiro mucho el trabajo de Horacio Castellanos Moya, de Sergio Ramírez; especialmente, con Dolores Morales; de gente en América Central, como Jorge Méndez-Limbrick, Liza Jiménez, Giovani Rodríguez, de Honduras, entre otros. En Guatemala, Rodrigo Rey Rosa, Dante Liano, Byron Quiñónez. Además, una nueve generación de autoras y autores mexicanos que han publicado nóvelas negras épicas. - Usted también es un académico universitario: cómo se concilia este rol con el de escritor.
Pienso que el haber estudiado a la crítica y haber leído bastante de teorías literarias ha alimentado mi trabajo, aunque ya en la práctica no se vea. Conocer las diferentes tendencias, cánones y una cultura en la que la historiografía es fundamental para comprender los campos literarios y sus variantes; ha sido enriquecedor. No creo que sea necesaria la formación académica para un autor, pero sí es fundamental la lectura y el conocimiento del género en el que uno está ubicado, para aportar y no repetir lo que ya se hizo antes. Afortunadamente, cuando preparo mis textos académicos, renuncio a la ficción y a la salsa del comisario y me siento muy contento de escribir sobre otros libros publicados. Cuando escribo ficción, pues, me despojo un poco de lo apretado que es la teoría y disfruto escuchando a Héctor Lavoe o Rubén Blades, mientras el comisario se traga un poco de maní garapiñado.