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Volver a Salarrué, una entrevista con Miguel Huezo Mixco

Alfonso Fajardo entrevista al escritor Miguel Huezo Mixco, quien en años recientes se ha dedicado a investigar sobre la vida y obra de Salarrué. Huezo Mixco es el principal impulsor del repositorio Colección virtual Salarrué, alojado en el portal de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA), así como también está por lanzar un libro sobre Salarrué en el que rescata cerca de cien artículos publicados en diferentes revistas de la época


Volver a Salarrué: una entrevista con Miguel Huezo Mixco

Alfonso Fajardo entrevista al escritor Miguel Huezo Mixco, quien en años recientes se ha dedicado a investigar sobre la vida y obra de Salarrué. Huezo Mixco es el principal impulsor del repositorio Colección virtual Salarrué, alojado en el portal de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA), así como también está por lanzar un libro sobre Salarrué en el que rescata cerca de cien artículos publicados en diferentes revistas de la época.

¿Cuál fue la idea primigenia del proyecto de la «Colección virtual Salarrué»?

Bueno, tengo que hacer un poquito de historia. De un departamento de la UNAM, me pidieron un prólogo para una antología de obras de Salarrué, que iban a publicar en una colección de la cancillería mexicana. Me había recomendado Horacio Castellanos, y comenzamos a hablar sobre el tema con él, que por cierto es un muy buen editor. Él ha hecho las ediciones en español de Aimé Césaire, este poeta antillano, y de otros. Además, conoce un poco Centroamérica.

Estábamos en eso cuando se dio la pandemia, entonces el proyecto se vino abajo. Yo me había quedado encendido, porque comencé a hacer la presentación, comencé a ver lo que se había dicho y a sistematizar lo que se había escrito. Entonces, vi la necesidad de emprender una investigación un poco más rigurosa, porque se citan muchas fuentes, pero también se sacan muchas conclusiones sin haber consultado fuentes del período, documentación primaria, hemerográfica, revistas y correspondencia. Lo que iba a ser un prólogo corto, se convirtió en este proyecto de investigación, que ya tiene 4 años, y que estoy prácticamente terminando.

Conté con el apoyo de la revista ISTMO de Costa Rica, una revista académica. Les presenté la idea de hacer un adelanto del primer hervor que había hecho sobre investigación documental y se publicó. Así fui publicando sobre esto y me animé a presentar el proyecto ante la Vicerrectoría de Investigación de la UCA. Ellos tienen un premio, un grant para investigadores, y lo aprobaron. Ahí fue en donde comenzó a tomar forma sistematizada, porque tuve que presentar una justificación académica. Uno de los atractivos de la propuesta era crear el fondo digital de Salarrué. Para entonces ya había identificado dónde estaban los archivos de Patria y otra documentación riquísima de parte del MUPI, que es muchísima. Tenía bastantes elementos como para decir: «miren, aquí hacemos un repositorio de esto». Entonces, así fue como como surgió, es producto de ese proceso de investigación.


En la presentación le agradeces a Ricardo Aguilar Humano, cuéntanos también el porqué de esa gratitud.

Ricardo fue clave. Lo que Ricardo sacó de la casa de Salarrué, en Los Planes de Renderos, estaba prácticamente tirado y olvidado, era una cosa lamentable. Yo fui a la casa de Salarrué, lo traté un poco, fui su editor, inclusive de la última edición que hizo la DPI, y así fue como lo conocí. Iba a esa casa, una casa super linda, pero descuidada también, se miraba que había carencias. En la medida en que pasó el tiempo, la casa también fue teniendo filtraciones de agua, y todos esos papeles que quedaron ahí estaban por perderse. La labor de Ricardo fue muy oportuna, y yo siento que esto que se ha hecho con esta colección virtual de Salarrué es la continuación del trabajo que comenzó Ricardo. 


Sí, él contaba como había rescatado todo el legado…

Sí, yo estuve con Ricardo cuando recién lo sacó. Estaba viviendo en una casa en la Calle San Antonio Abad, allí tenía las cajas, y fui a verlas. Impresionante, simplemente, cómo hacía falta eso. Aquel fue, en ese sentido, muy visionario. Y eso fue posible, también, por la relación que tenía con él, y porque sus hijas lo conocían, confiaban mucho en él.


La cronología que se encuentra en la colección quizá sea uno de los documentos biográficos y bibliográficos más completos sobre Salarrué. Cuéntanos un poco sobre el proceso de documentación de la vida y obra de Salarrué, cuánto tiempo duró la investigación y los archivos que se consultaron para ese efecto.

La cronología está hecha por Jorge Palomo, un investigador de artes plásticas brillante. Él fue coordinador de exposiciones del Marte, y en algún momento trabajamos juntos en la exposición sobre Toño Salazar, por ejemplo. Ha publicado una serie de libros que son fundamentales, Cronología de las artes visuales en El Salvado , son 3 volúmenes, están en línea, gratuitos, muy bien diseñados. Él me pidió que hiciera la presentación de esos volúmenes, tenemos una relación muy próxima. Y, en ese afán de él de hacer ese tipo de proyectos, ha hecho uno sobre la obra plástica de Salarrué. Una cronología,  justamente. Como estaba haciendo la investigación con Patria, comenzamos a cruzar información. Él  tenía cosas que yo no tenía, alguna información que se dio en tal lugar. Fue una cosa muy bonita, muy  intensa.


Algo que da pie, también, para una futura biografía con un poco más de investigación.
Claro, eventualmente sí, ya con todo eso se puede hacer algo respetable. Lo amerita, además.


Sobre su vida en Estados Unidos, por ejemplo.

Sí, esa parte yo la tengo bastante investigada, pero no voy a incluirla en este libro porque excede el período. Pero existe una documentación interesante que se encuentra en Relaciones Exteriores, que es la correspondencia que él tuvo cuando fue agregado comercial, y luego agregado cultural en Estados Unidos. Muy interesante.


Solo la correspondencia ya merece un libro aparte.

Sí, es muy interesante y, además, con todo el drama de que Zélie llega allá y le da neumonía, viven en un apartamento en una zona no muy buena, ahí lo dice en una carta, es una zona mala. Zélie se regresa con la niña, él se quedó solo, y las cartas de Zélie diciéndole cómo la estaba pasando aquí (que se había caído una pared, que le hacía falta dinero para el gas, medicinas), era bastante precaria la situación en la que estaban. Es decir, él estaba allá y ganaba en dólares, pero también gastaba en dólares, y mandaba dinero. Él tenía allá una vida también bastante austera, pero tenía un cargo.

Es una zona de la vida de Salarrué sobre la que ya se han escrito cosas interesantes, pero todavía hay mucho qué decir, mucho qué indagar, sobre todo su trabajo de artes plásticas en ese periodo en que se pone a pintar mucho. Es una época que tiene que ver con un giro que tiene su propio trabajo en la pintura. 


El portal cuenta con cuatro colecciones (Escritos sobre Salarrué, periódicos de los siglos XIX y XX, revistas de los siglos XIX y XX, y boletines de los siglos XIX y XX). A través de todas esas colecciones encontramos a un Salarrué columnista, a un Salarrué editor, a un Salarrué pensador de la realidad que lo circundaba. Como bien mencionas en la presentación, son facetas poco conocidas de Salarrué. ¿Por qué crees que es importante conocer estas facetas?

Por curiosidad definitivamente (risas). Es decir, eso es lo que me mueve. Yo no tengo un fin estrictamente académico, a mí la vida de Salarrué me ha parecido fascinante. Tuve la suerte de conocerlo, como te dije. Yo estaba muy bicho cuando lo conocí, bien cipote, saliendo del colegio…


¿Cómo lo conociste?

Yo he estudiado solo en colegios de curas, y cuando estaba sacando un bachillerato, el profesor de literatura, que era un sacerdote, nos llevó una especie como de pecera con unos papelitos con nombres y dijo: «van a escoger un autor y sobre eso van escribir un texto». Él nos daba libros para leer, algunos nacionales, otros extranjeros. Yo agarré el papelito y me tocó Salarrué (risas).


Ya el destino…

La suerte, claro. Yo había oído hablar de él, por supuesto. En la casa de mis padres había muchos libros, mi padre era un lector desaforado y obsesivo, y yo ya había leído un cuento de Salarrué, que me pareció genial, «Semos malos». Entonces dije: «¡Qué suerte!», pero no sabía cómo hacer. Un compañero de colegio era seminarista en el Convento Franciscano, enfrente de la casa de Salarrué, en Los Planes, entonces me dijo: «Yo conozco a ese señor, es súper buena onda, si querés le digo que quieren hacerle una entrevista», me dijo. Y a los días me dijo que había aceptado y que llegara a la Biblioteca Nacional, la que se cayó por el terremoto. Me fui con otro cuate, Fabio, nos había tocado en pareja hacer ese trabajo. El ruco llegó, lo conocí, lo entrevisté, habló como dos horas. Esa grabación no se conserva, ni nada parecido, pero quedé intrigado. Me gustaba lo que había leído, ya me gustaba la literatura. Presenté el trabajo en el colegio y me fue muy bien.

Yo quedé muy impresionado, sobre todo por un libro de él que se llama Conjeturas en la penumbra. Te decía al principio que estudié en un colegio de curas, porque usé un texto de Salarrué sobre los santos. Salarrué se ríe de los santos, se burla de ellos, entonces hice una exposición en el colegio y, por supuesto, fue un hit (risas)… Casi me echan a la mierda, con eso te lo digo todo (risas).


¿Y qué recuerdas de esa entrevista?

Su experiencia en Sonsonate, el intento por derrocar al presidente Figueroa. Eso que él contó muy a menudo. Se lo contó al pichón Cea, lo contó Hugo Lindo también en el prólogo extraordinario que le hizo a las Obras completas de la UES. Comenzando por tomarse el cuartel de Sonsonate, una historia rocambolesca. Filibusteros nicaragüenses, hondureños, salvadoreños, con dos gringos, los hermanos Moisant, que eran famosos por ser unos mafiosos, e incursionan por el Puerto de Acajutla, redujeron a la guarnición militar que estaba allí, se dirigieron hacia Sonsonate y se enfrentaron con el regimiento de Sonsonate. Salarrué vivía ahí cerca.

En la esquina opuesta, uno de los jefes puso su puesto de mando, estos llevaban un arma que era desconocida: la ametralladora. Como que la primera ametralladora que entró en operación, entró allí. Dicen que enloqueció a la tropa enemiga, la traían los filibusteros, los gringos, los invasores, y causó mortandad, pero finalmente se tuvieron que retirar, porque parece que venía otro refuerzo y no pudieron tomarse el cuartel. Entonces, Salarrué contaba que salieron a la calle cuando todo pasó y vieron los cadáveres de los soldados destrozados a tiros, unos con cal. Dice que ese es uno de los recuerdos de infancia que le impresionó muchísimo. Y luego, pensar que yo a veces me acordaba de eso cuando me encontraba en la guerra, había una asociación interesante. Con eso te reitero lo que te dije antes, que lo he hecho por curiosidad, por interés, el personaje me parece fascinante.


Pero esa curiosidad creo que es importante, porque puede develar algunos aspectos que se puedan conocer sobre Salarrué, por ejemplo, su participación durante el martinato.

Sí, hay que hacerlo. Es decir, no es posible sacar conclusiones tan fáciles sobre momentos tan complejos, a partir de menciones esporádicas, asociadas de manera caprichosa para hacer valer una tesis predominante en el campo cultural salvadoreño, que es toda esa literatura de compromiso. Esa orden generacional de que el poeta tiene que ser, no un pequeño dios, sino como lo proponía Dalton ―con un sesgo también algo sectarista― de que, para la burguesía, el poeta solo puede ser un sirviente, un payaso o un enemigo.

Una de las cosas que se le critica a Salarrué es haber guardado silencio, entonces una de las cosas que a mí me ha interesado investigar sobre eso es el tema del silencio en la obra de Salarrué, una cosa que es muy temprana. Es decir, antes de que inclusive haya llegado Martínez al Gobierno, él ya había sido criticado, incluso, por el mismo Alberto Masferrer. Cuando Masferrer le pide que se incorpore al Partido Vitalista, Masferrer había sido Director de Patria. Deja Patria, se involucra en la política partidista y funda el Partido Vitalista. Entonces, llama intelectuales ―porque era un hombre que tenía mucho prestigio y era líder de opinión en su momento, muy progresista para su época― y Salarrué le dijo que no, que la política le tenía sin cuidado. Y Masferrer escribe una serie de siete artículos dedicados a Salarrué, explicándole las bases ideológicas del Partido Vitalista. Un documento poco conocido, pero ahí, justamente, le reprocha eso, que no hay que aislarse. Ese reproche de Masferrer es el que se le sigue haciendo a Salarrué hasta nuestros días. Vos te das cuenta de que en Salarrué, después de todo, hay una actitud disruptiva sobre esa convención de que debes tener un comportamiento que le dé respuesta a la realidad.

Ser contestatario…
Ser contestatario. Él es contestatario, a su pesar, probablemente. Y justamente, en este tema, al decir «no».

Es una toma de posición…

Es una toma de posición que, por supuesto, también, en un país como el nuestro, plantea dilemas éticos. Es innegable, pero esa era su opción. Plantea dilemas éticos agarrar un fusil y decir: «vamos a matar», desde luego. Pero también eso puede ser visto, desde un ángulo, como un acto de justicia o de heroísmo, quién se pone las botas y qué botas te vas a poner. Y, como en el caso de Salarrué, su disrupción es decir «no», regirse únicamente por el criterio propio, la autonomía individual, que era lo que definía como lo principal en la conducta de una persona. Eso también puede hacerte olvidar que hay problemas a los que ciertamente no le cerras los ojos, pero sobre los cuales hace falta actuar de manera proactiva. Es decir, hay cosas que tampoco puedes dejar de decir, pero cada quién, ¿no? Hay gente que piensa que todo el tiempo tiene que estar diciendo cosas y, a veces, es inútil.


Sí, a veces es inútil. Hoy estamos viviendo un período similar, en el que hay mucho silencio también, hay cierto miedo a opinar.

Que es legítimo. El miedo es autoprotección, es autocensura también. Pero hay que seguir diciendo cosas. También es importante cómo las decís. Y, volviendo al caso de Salarrué, él tenía un lema, no sé si lo voy a poder reproducir exactamente cómo lo decía, pero lo dice justamente en un momento muy particular, en 1931, cuando se produce una represión de estudiantes universitarios que estaban protestando contra el empréstito que estaba queriendo contratar Araujo, antes del golpe de Martínez. En Patria fueron tratados, inclusive, como héroes, pero Salarrué no compartía esa idea. Dijo que le parecía que no es bueno guardar silencio, pero no hay que decir las cosas con odio. Esa es la diferencia, decir las cosas de tal manera que tampoco estés invitando a que te hagan daño. Lo dice muy claramente, lo pone como un axioma de vida. Para algunos eso puede ser correcto, pero bueno, estamos entendiendo al hombre en su contexto y esa es la posición que tenía.


¿Entre el silencio, y decir que Salarrué colaboraba con el martinato hay una gran distancia?
No es tanta si tenés un pensamiento que vincula eso automáticamente, que no pensás, sino que únicamente es como si te tocaran un resorte: «se quedó callado».

Hay una corriente de pensamiento que dice que el silencio también es cómplice, pero hay que tomar en cuenta el contexto.

Sí, y  qué es lo que vamos a entender por silencio, qué otras cosas dijo. Una de las partes más interesantes que se encontraron en esta investigación es lo que he denominado el ideario vitalista de Salarrué. Es posible trazar propuestas, conceptos que él miraba que estaban en el centro de la conducta humana. Lo dijo en una importante cantidad de artículos que escribió en Patria. De hecho, la plataforma que él utilizó, sobre todo para exponer ese pensamiento fue la revista Vivir, ahí él fue publicando artículos, y a veces hacía críticas sobre el tema social, sí hizo crítica social.

Te digo rápidamente un caso: en una campaña para limpiar la ciudad de mendigos y  pordioseros, en 1929 o algo así, todavía estaban con esa idea de una San Salvador preciosa, el San Salvador de los cafetaleros. Los capitalinos, orgullosos, le decían a la ciudad: la París de Centroamérica. Y Salarrué decía: «están sacando a los mendigos, y los mendigos tienen derecho a existir». «Por qué los ricos no quieren ver a los mendigos», dice, «porque sienten el punzón de la caridad que no están teniendo, por eso los quieren sacar». ¿Me entendés? No habló de la plusvalía, del nivel de ingresos, no. Pero su ángulo me parece que también es relevante.


Es una crítica social valedera, aunque no sea directamente política.

Como se entiende convencionalmente la política. No hacer política es una forma de hacer política, podríamos decir también. Lo interesante en el caso de Salarrué es cómo hemos angostado la noción de los que hacen el bien, o de las causas justas, a un espectro un poco reducido. Dalton, dentro de todos sus sectarismos, una de las cosas brillantes que hizo fue darse cuenta del valor que tenía Salarrué, diciendo cosas de Salarrué que él las llevaba para su molino. Él dijo que la obra de Salarrué, como la de Ambrogi, formaban parte del gran ideario de la revolución socialista, una cosa así.  Pero tiene la brillantez de captar el mensaje de esos cuentos de Salarrué, de ese espíritu popular que está allí presente con una energía y una vitalidad que no ha logrado ningún otro autor. Creando personajes sintéticos, de unos destilados que no necesitás 200 páginas para hacer un retrato. Como esos tipos de «Semos malos», por ejemplo, o el José Pashaca, de «La botija».

Y, en medio de todo eso, su trabajo como pintor. Eso no lo conoció Roque, no habló sobre eso, era una antología de cuento la que estaba haciendo, pero sí tuvo esa agudeza. Entonces, el Salarrué que hemos conocido convencionalmente es el Salarrué que ha sido construido por críticas de diverso tipo. Pero hay que agregarle una nueva capa de información, no hay que negar lo anterior. Hay cosas ahí que están dichas erróneamente o malintencionadamente en algunos casos o porque uno simplemente piensa así, pero hay que echar a cuenta ese proceso, esa nueva capa de información puede producir nuevo conocimiento, no solamente sobre Salarrué, sino sobre la época.

Una de las cosas que he podido hacer es explorar un poco cuáles fueron las publicaciones del período. En la Colección Virtual están esas colecciones de revistas, que acabas de mencionar como una de las secciones. Es una parte muy interesante, porque la revista Espiral, por ejemplo, que es muy citada, pero poco conocida, da un retrato del rol de Salarrué como Director de Artes en una revista que tiene un perfil editorial-literario, en algunos casos, político. La revista Espiral hizo oposición en contra del candidato de la dinastía, apoyó a otro candidato, estaba en el juego político. Salarrué no expone nada sobre eso, él hacía el diseño de la revista. Opinar sobre la política como que estaba aparte, tampoco lo hizo en Patria.


Durante el denominado «Ciclo Salarrué», celebrado en la plataforma de Centroamérica Cuenta, y que sirvió de base para el lanzamiento de la Colección Virtual, entre otras cosas, también se habló sobre la época de Salarrué durante el martinato. Durante ese ciclo, mencionas un artículo que Salarrué publicó a propósito del genocidio de 1932, un artículo poco conocido hasta la fecha y que le generó muchos problemas. Háblanos un poco de ese artículo.

No recuerdo, pero Mi respuesta a los patriotas no es sobre el 32, lo escribe un día antes de que ocurra el alzamiento. Escribe otro que se llama Hacia adentro, lo publica el 23 de enero, si no recuerdo mal, ahí sí habla sobre el 32. No habla sobre el 32, porque, como concepto, el 32 no existía. Él habla sobre los sucesos que han trascendido, graves, para todos, para atacantes y atacados. «Yo también debo decir mi palabra sobre el comunismo», dice. Él era anticomunista. Jaime Barba cree que es muy fuerte o inapropiado llamarle anticomunista. No era macartista, pues, era tan anticomunista como antiimperialista y anticatólico, las tres cosas (risas).


Solo creía en él (risas)…

Era anti todo. Y de él creo que tenía desconfianza también (risas). Él habla de manera bastante clara, dice que no está de acuerdo con la ideología comunista. Es violenta, dice, es famélica. Él utiliza ese adjetivo: famélica. Le da a la pobreza algo como de indignidad. Él, de alguna forma, es un defensor de la pobreza. Tiene un texto brillante sobre la pobreza, es un texto hermosísimo en donde habla de lo que significa ser pobre, desde su perspectiva. «Yo soy un graduado en pobreza», dice.

Pero volviendo a lo otro, ese artículo tiene eso y define una posición como de no violencia. En este caso, sí ignora la represión que está ocurriendo o que está por comenzar a ocurrir, es decir lo escribe el 23, todavía la campaña de respuesta que dirigió Tomás Calderón comienza a organizarse, el despliegue militar comienza después del día 22 o 23. No ha ocurrido todavía lo que nosotros ya sabemos que fue una matanza. Entonces, la lectura de eso que dijo ese día es como: «él no habló de eso».

Porque no había sucedido…

Son detalles, pero se dicen a veces de tal forma que se crea una especie de leyenda negra. Lo que se ha formado sobre Salarrué es una leyenda negra, que tiene que ver con eso de que Cuentos de barro fue el elemento aglutinador de los intelectuales para el canon poético de Martínez, un dislate más o menos de ese tipo. Cuentos de barro lo publicó una editorial independiente que se llamaba La montaña. Hay que imaginar los tirajes de aquellos años, hechos con recursos, como la donación de un poco de dinero de parte de algún pariente o alguna cosa así. Y Patria hace uno al año siguiente, si no me equivoco. Patria y el Gobierno de Martínez no se llevaban tan bien; tampoco se llevaban tan mal. Esto es parte de las cosas que también hay que ver, cuál fue el rol de Patria.

Por ahí hay mucha mitología, pero no se ha estudiado al detalle la actitud que tuvo frente a la censura, no solamente durante el martinato, sino también durante el Gobierno de Araujo. En aquellos años de Salarrué, el militarismo, como lo conocemos, no existía. Los que habían formado el pensamiento autoritario con tintes militaristas fueron los gobiernos de la dinastía de los Meléndez-Quiñonez. Ellos gobernaron por tres períodos seguidos, entregándose la presidencia y vicepresidencia. El primer designado entre tres primos, dos hermanos y un primo. Este primo estaba casado con una hermana de ellos, era un clan de cafetaleros, además, ¡hacéme el favor! Y luego, la llegada de Pío Romero Bosque, que era un hombre que había trabajado en los gobiernos de esta dinastía, había sido magistrado de la Corte Suprema, también ministro, y trata de distanciarse de ese clan, trata de abrir una primavera democrática, convoca a elecciones libres, quita la censura y la vuelve a poner muy pronto, dicho sea de paso.

Lo que quiero decirte es que sí había represión, sí había persecución, pero, también, los niveles de polarización que se producen en los años 30 fueron particularmente fuertes. Es decir, estaba de por medio, además, la crisis económica derivada del crack de la bolsa de Nueva York, la situación aquí estaba como para pelearse. Y así ocurrió.

Bueno, vamos a cerrar el tema de este periodo con respecto al martinato, porque creo que, al final, hallazgos de colaboracionismo con el martinato, a lo mejor no hay, ¿verdad?

Solo termino de decirte esto entonces, me desvié. Los libros de Salarrué. El Estado no publicaba libros de literatura, ¿de dónde se saca que hubo una cultura política que inspiró la poética Salarrueña? Es decir, una sola edición hizo el gobierno de un libro de Salarrué, fue la segunda edición de El cristo negro; de ahí, de Cuentos barro, nada. Donde realmente hay una política cultural que pone a Salarrué con una vara es lo que ocurre después de la revolución del 48, cuando se funda la Dirección de Bellas Artes, la DPI (Dirección de Publicaciones e Impresos), ahí sí estos toman vuelo.

Bueno, de hecho, la revista Cultura de esa época…
De primer nivel.

Y Salarrué publicaba en casi en todos los números.
Así es. Eso estaría más cerca del colaboracionismo que de lo que le tocó en los años 30.

Pasando a otro tema, ¿este fondo documental seguirá incrementándose? ¿Qué otras facetas desconocemos de Salarrué?
El fondo todavía es pequeño. Todo lo que tiene el MUPI, por ejemplo, es un esfuerzo de digitalización y de organización importante.

¿Ya está digitalizado?

Hay muchas cosas que están sin digitalizarse todavía. Sí tiene una parte importante digitalizada, pero tienen muchísimas cosas más, no solamente sobre Salarrué, sino también sobre su contexto. Hay que nutrir eso, no solamente con lo que tiene más directamente que ver, sino también los temas con los que él está relacionado. Por ejemplo, una de las cosas que hemos hecho nosotros en ese fondo es relacionar la actividad de Salarrué con la revista Repertorio Americano, de Costa Rica. Ese tipo de cosas se pueden hacer en otras áreas en las que participó Salarrué. El caso que me interesa es esa faceta poco conocida de editorialista, periodista, columnista. Hay un trabajo pionero en eso que me sirvió muchísimo, el que hizo Guillermo Cuellar, que se llama Salarrué en Patria, es una línea de tiempo bastante bien documentada sobre Patria, muy poco conocida y súper útil.

¿Crees que la obra de Salarrué, a 125 años de su nacimiento y a 50 años de su fallecimiento, sigue vigente?

Sí. Es decir, yo no sé si usaría la palabra vigente, aunque entiendo cuál es el sentido de la pregunta. ¿Si debe seguir siendo leído?, yo diría que sí. Seguimos leyendo a Joyce, seguimos leyendo a otros autores, a Chéjov. Él está en esas ligas. Son autores que deben seguir siendo leídos, lo que Chéjov habla sobre la Rusia de su época es diferente a lo que cuenta Tolstoi. Son dos perspectivas diferentes, pero te da una idea de lo que podríamos llamar el espíritu ruso. Chéjov no era ruso exactamente, era ucraniano, pero formaba parte de ese mundo oriental y centro oriental, de alguna manera también. Maravillosas las perspectivas que ofrecen estos autores.

Para hablar de los que fueron más o menos contemporáneos o un poco mayores, el caso de Ambrogi, que es un autor extraordinario. Sus crónicas son limpias, es un hombre con una curiosidad y un amaneramiento que le luce, un gran periodista. Además, fue censor desde la dinastía hasta Martínez.


Gran personaje…

Un gran personaje. Está documentado que Patria y él tuvieron enfrentamientos fuertes, públicos y privados, lo cuenta Salarrué en el prólogo que hizo Hugo Lindo, y es increíble cómo pasado el tiempo, cuando Ambrogi muere, Salarrué escribe un perfil de él para la revista Repertorio Americano, dice unas cosas extraordinarias sobre Ambrogi, se burla de él, dice que es como un espantapájaros que quiso asustar a la siembra, a los materialistas (risas). Y también dice que es un autor que va a seguir siendo leído, él dice que el arado del tiempo no va a pasar encima de él.


Y bueno, al final, Ambrogi, guardando las distancias, es nuestro Gómez Carrillo.
Sí, pero andaban en esas ligas: él, Darío, Gómez Carrillo. Entonces esa es la respuesta, hay que seguirlos leyendo.


Sí, lo que sucede es que creo hay que revalorar la obra de Salarrué. Por ejemplo, el lenguaje Salarrueriano en Cuentos de barro y Cuentos de cipotes, que en el interior del país ya no se usa, pero independientemente de que ya no se use, eso no quiere decir que su literatura haya caído en desuso.
Dejemos de leer el Mío Cid (risas).

Exacto, es un reflejo de su contexto.
Sí, ese es uno de los grandes méritos de Salarrué. Yo creo que él es intraducible, no solamente es el sentido de la palabra, sino la palabra misma. Esa sonoridad que tiene en el uso de esos nativismos en los cuentos de Salarrué también te entra por el oído.

Viene siendo como un barroco bien Salarrueriano.
Bien Salarrueriano, sí.


¿Tienes otros proyectos relacionados con Salarrué para ser publicados o lanzados en el futuro?
No. Yo haría ese libro y pasaría a otra cosa. Quiero volver a la ficción.

Pero cuéntanos un poco más de este libro que estás preparando.

Bueno, el libro tiene cuatro grandes partes. La primera parte es la introducción, que ya terminé de escribir, tiene 180 páginas más o menos. Está soportada por una bibliografía respetable, sobre todo de los periodos de estas revistas. Eso sirve de introducción a la antología de textos de Salarrué. El texto tiene citados como 35 artículos, voy a agregar unos 70 más. Todos los que cito los voy a poner íntegros. Y otro grupo más ―que es una parte que todavía tengo que hacer― que tienen una visión de otros temas, que no están directamente relacionados con el ensayo de la introducción, sobre artes plásticas, por ejemplo. Entonces van a ser aproximadamente 100 artículos.

Luego de eso viene la cronología, que es a partir de todas esas fechas que tengo en el ensayo. Algunas de ellas ya están vaciadas en la cronología de Jorge Palomo, haría una un poco más comprimida, que tiene como 50 páginas. Yo he hecho unas cronologías parciales sobre los temas, he hecho una cronología, por ejemplo, de artículos publicados en determinados periodos. Algo de eso ya hizo Guillermo Cuéllar, pero Guillermo tiene una particularidad, y es que él ha hecho un trabajo extraordinario de clasificación de dónde están todos los artículos de Salarrué, pero hace algo que me parece un poco riesgoso, que muchos de los textos firmados con seudónimos en diario Patria, muchos se los atribuye a él.


Y no hay cien por ciento de seguridad de que sean de él…

Yo no tengo seguridad, y otras personas estudiosas del tema me dicen que también le atribuye una cantidad de materiales. Humanamente sería bastante difícil poder estar produciendo tanto todos los días. Pero es un asunto para discutir. Yo me fío por lo que el ruco firmó, para empezar; y luego, a lo otro, si quieren le podemos entrar, pero ahorita no.

Va a ser un buen libro entonces…

Va a tener una parte de fotos también. Consulté el archivo de la sociedad teosófica de San José, Costa Rica, que era la matriz de todas las casas teosóficas de la región, la correspondencia que tuvieron los ticos con los salvadoreños. Martínez fue dirigente de la logia Alitheia. Hay cartas a mano de Martínez con los hermanos de Costa Rica, está una carta que me la facilitó Héctor Lindo, donde nombran censor a Ambrogi en el 27, entonces son toquecitos curiosos que no necesariamente son solo sobre Salarrué, aunque va a haber algo de eso.

También del contexto…
Y un poco de cosas curiosas.



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