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El compromiso y su eco

Poetas comprometidos de antaño en El Salvador

Vladimir Amaya nos presenta una selección de poetas comprometidos de antaño. El Salvador posee una historiografía literaria rica en términos de reivindicaciones sociales, y Amaya nos recuerda parte de esa historia dentro de nuestra poesía




A mis estudiantes

La denuncia, la crítica a gobiernos despóticos y a las condiciones que degradan al ser humano, siempre han gravitado en la poesía de todos los tiempos. Sería ridículo y muy inocente creer que con nosotros mismos empieza el compromiso social desde la escritura, a cuenta que El Salvador tiene ya una larga tradición de mujeres y hombres que han cruzado límites entre su realidad interior y su realidad circundante.

Al desconocer ese legado poético es como las generaciones dan el primer paso en falso en su propia historia. Este sábado se presenta La paz no se logra sólo con el deseo, una antología de poetas que están conscientes de la libertad bajo amenaza en la que vivimos, pero esas voces solo son el eco de algo que se grita desde hace tiempo. Mantener ese eco sonando es la impronta que debe ponernos en sintonía unos con otros. Por ahora recordemos a los primeros.

V.A



Francisco Gavidia

(1863- 1955). Considerado el génesis de la literatura salvadoreña. Se graduó de bachiller en la ciudad de San Miguel, y se mudó a la capital para iniciar estudios universitarios en la Facultad de Jurisprudencia de la Universidad de El Salvador. Cursó unos meses y abandonó la carrera para hacerse un autodidacta de enciclopédicas dimensiones.  Obra más importante publicada: Versos (1884), Júpiter (1895), Conde de San Salvador o el Dios de las casas (1901), Tradiciones (1901), Miscelánea (1905), Lectura ideológica y metódica (1905), Estudios de filosofía del lenguaje. Gramática del idioma Salvador (1909), Estudios sobre el Quijote (1912), Cuentos y narraciones (1931), Héspero (1931), La torre de marfil (pieza teatral, San Salvador, s/f), La princesa Citalá (1944), Cuentos de marinos (1947), Sóteer o Tierra de Preseas (1949), Obra completa (1976) y Obra dramática (teatro completo en dos tomos, San Salvador, 2005).


LOS ABUELOS Y LOS NIETOS


Vamos a ver ¿qué dices de los que así te oprimen?

¿Qué dices, ciudadano, de los hijos del crimen?

¿No ves, no oyes ¡República! Que lloran y que gimen

los hijos de los héroes que guiaba Morazán?

La justicia está muerta. La ley escarnecida.

La conciencia jadeante, muda entenebrecida:

las costumbres impuras y la Patria sin vida;

las almas sin virtudes y las bocas sin pan.  


El tirano está puesto, semejante a una araña,

en el centro; domina, traiciona, roba, engaña:

su red sólida y firme tiene una urdimbre extraña,

monstruosa, en que las almas se enredan y él apaña

dinero, fe, conciencia; con el bien, con el mal:

Él es justicia y jueces, que los ha sobornado; 

dice: yo soy la Ley, y yo soy el Estado;

soy la Moral; la Historia, porque yo la he comprado:

El que apela y mata es grande: yo he matado,

¡Salve al becerro de oro! ¡hosanna al dios puñal!


Un grito en otros días resonó en tus montañas,

República; y salían de todas tus cabañas

los indios, y blandían altivos sus guadañas…

El águila de México se sentía venir.

Rodríguez alistaba sus ardientes guerreros;

Delgado bendecía las piedras, los aceros,

y así se hallaban todos dispuestos a morir.

Ardientes esperaban; y la horda mejicana

que avanzaba contenta, burladora y ufana,

sentía la vergüenza de su osadía enana

ante el heroico empuje y la audacia espartana

de un pueblo: el niño, el viejo, el hombre, la mujer;

aquello no era cosa del íntimo colono:

bravura, ardid, fiereza, santo indomable encono,

sacrificio, martirio, y el encumbrado tono

de los cantos del libre siglo decimonono,

y los tremendos gritos de ¡morir o vencer!


Aquellos eran otros, vosotros no sois de ellos,

ellos eran sublimes, libres, gigantes, bellos,

su cólera relámpagos, sacrificio, destellos:

hacían de la Patria su Dios, su religión:

vosotros, descendientes de todos esos bravos

que probaron no siendo ha poco sino esclavos,

que tenían derecho a la cruz y a los clavos, –

Hijos de aquellos mártires: ¡veneráis a un ladrón!




Vicente Acosta

(1867-1908). Colaboró con sus trabajos en prosa y verso en las principales revistas y diarios: Repertorio del Diario del Salvador (1904), La Juventud Salvadoreña (1888), Centro América Intelectual, El Fígaro (1893), El Recreo (1878) y Diario del Salvador (1895). Laboró como periodista. Obra publicada: La lira joven (1890), Poesías (1899) y Poesías selectas (antología, San Salvador, 1924).


LAS ÁGUILAS DEL NORTE


Aprestan ya las águilas bizarras,

del clarín a las roncas vibraciones

para la enorme caza de naciones

el corvo pico y las potentes garras. 


Van tras la enseña de sangrientas barras,

que agitan formidables ambiciones;

piratas de espantosas proporciones

que a tiempo soltar saben las amarras.


No hay quien tuerza el torrente de la vida

ni quien el ceño del destino ablande

una raza por otra es absorbida.


Y no hoy a la sombra secular del Ande,

cuando una cae exangüe y abatida,

otra se eleva triunfadora y grande.




Manuel Álvarez Magaña

(1876-1945). Realmente su nombre fue Manuel Magaña Álvarez, pero él invirtió el orden de sus apellidos por motivos de eufonía. Se dedicó al periodismo literario. Junto a otros escritores fundó el Ateneo de El Salvador (1912). Colaboró en el Diario Latino (1903), Diario del Salvador (1895) y las revistas literarias Azul y Blanco (1902), Repertorio del Diario del Salvador (1904). Dirigió los periódicos El Heraldo Salvadoreño (1917) y La Palabra (1919). Obra publicada: Antología poética (1961; seleccionada por Arístides Magaña).



EL INDIO


Pobre del indio, que perdió el linaje

de las plumas, del arco y de las flechas, 

que herido como león en el boscaje

a solas va, por ignoradas brechas;


ora triste, ocultando su coraje,

sobre el polvo de ruinas ya deshechas,

recuerda de su América salvaje

sublime glorias de pasadas fechas;


Ora sañudo, pensativo y franco,

aislado en una lobreguez amarga,

de la gentil ciudad va por el flanco;


y talvez, en la pena que le embarga

por no mirar sobre su Patria el blanco

baja la frente al peso de su carga…




Vicente Rosales y Rosales

(1894-1980). Autodidacta. De origen campesino. Fue Román Mayorga Rivas quien lo incitó a seguir escribiendo, cuando este visitó Jucuapa. Le abrió las puertas de su periódico Diario del Salvador (1895) en donde el poeta laboró.  Obra publicada: Sirenas cautivas (1918), El bosque de Apolo (1929), Euterpologio politonal (1938), Transiciones (1942), Pascuas de oro (1947) y Antología (1962).      

INVIERNO

I

Brumoso el ideal, la carne inerte…

para otros dieron lana las vicuñas…

En este invierno –macho de la muerte –

¡cuántos nos hemos de comer las uñas!


Tres meses de hospital a leche cruda

terminar mendigo y en muletas

¡Hoy esta noche dormirás desnuda

mientras se mueren de hambre los poetas!


Se cuentan casos extraordinarios

de los que el frío flageló siniestro:

con estos casos se hacen hoy los diarios.

……………………………………

¡Tal vez mañana se refiere el nuestro!


II

Invierno, viejo mío, se apaga ya tu pipa;

el humo de la niebla me invade la nariz.

Un lácteo sol, con tierna maternidad, disipa

la hiposa tos del humo que da la bruma gris.


Paterno sol de leche,  la nata de la bruma

flota en la fresca de un árbol y, todo es

una plenilunaria palpitación de espuma

que invade en lirios sacros la gracia de tus pies.


De pronto sobre el arco de las frentes, la altura

joven de toda herrumbre se pone a estar feliz.


Con el rostro azulado después de la rasura

mi viejo amigo explota su muerta barba gris.




Alfredo Espino

(1900-1928). Fue abogado. Murió joven. Obra publicada: Jícaras tristes (1936).



LA MUCHACHITA PÁLIDA


Aquella muchachita pálida que vivía

pidiendo una limosna, de mesón en mesón,

en el umbral la hallaron al despuntar el día,

con las manitas yertas y mudo el corazón.


Nadie sabe quién era ni de donde venía

su risa era una mueca de la desilusión.

Y estaba el sello amargo de la melancolía

perpetuado en dos hondas ojeras de carbón.

En las carnes humanas dejó el hambre sus rastros…

La miraron las nubes, lo supieron los astros…

El cielo llovió estrellas en la paz del suburbio…


Nadie sabe quién era la muchachita pálida…

Entre tanto ¿en la noche, la noche triste y cálida?

arrastrando luceros sigue el arroyo turbio…




Lydia Valiente

(1904-1976). Comenzó a publicar en 1922. En una primera etapa, su trabajo está marcado por un aliento intimista. Luego, durante algún tiempo, dejó de publicar poemas, y unos años más tarde comenzaron a aparecer sus artículos de contenido social, feministas y de protesta, con una ya particular prosa de combate. En una segunda etapa, su poesía toma como fuentes las ideas sociales y la lucha de clases, que en su época resonaban con claras inflexiones románticas, y en su caso con una identificación muy cristiana. Vivió durante mucho tiempo en Costa Rica y en algunos países de Suramérica. Obra publicada: Raíces amargas (1951). Patricia Valiente Reyes (1959) es sobrina nieta de esta autora, y publicó en 2013 la poesía inédita de su tía abuela. La edición lleva por título Letras de cal y Raíces amargas. Esto porque además de incluir obra inédita, la editora incluyó de forma íntegra el único poemario que su tía abuela publicó en vida. 


CIPOTES DE LA BARRIADA


Dime tú: carpintero, albañil, lo que seas,

tú que vienes cansado de sufrir y sudar

y vas buscando el sitio de tu convacha oscura

que está al borde del río,

o en aquel lodazal.

Dime tú: buen obrero,

con la herramienta al hombro,

con el paso del tardío,

y el cansancio mayor:

¿Son acaso tus hijos esos niños raquíticos,

pálidos, amarillos, sucios, de mal olor?

Se revuelcan tranquilos en los mares de lodo

y llevan en sus bocas inmundicias y horror.


¡Como me duele el alma, niños de las barriadas,

vuestra ingrata miseria,

vuestras caras de espectro,

vuestra agonía lenta

prematura dolor!


Institutos imbuidos de su noble tarea

van construyendo casas sin nunca descansar.

Y casas y más casas se levantan ahora,

casas que dicen todos:

los pobres vivirán.

Y son casas bonitas, fáciles y baratas.

Pero esas, niños míos,

niños de barriadas,

las vuestras no serán.


Cipotes de barriadas, los gérmenes del crimen.

En esos lodazales, cuartos oscuros y húmedos,

en el fondo más hondo de horror y de inmundicia

germinan las semillas,

se está gestando el odio,

florece el criminal.

No preguntéis, señores de casimir pomposo,

de dónde brota tanto asesino y ladrón,

como hongo de inmundicia  se desarrolla y crece

el feroz asesino,

el asesino audaz.


¡Oh padres de familia de los colegios caros:

temblad por vuestros hijos,

por su vida temblad!

En los antros inmundos de las barriadas todas

se estremecen las sombras  y se afila el puñal.




Pedro Geoffroy Rivas

(1908-1979). Fue poeta, ensayista, abogado y lingüista. Abandonó estudios de medicina y viajó a México. Fue parte del «Grupo Crisol». Por sus ideas políticas de corte socialistas sufrió exilio. Este autor inspiró y fue referente de la posterior y reconocida «Generación Comprometida». Obra publicada: Canciones en el viento (1935), Rumbo (1935), Para cantar mañana (1935), Mi Alberto Masferrer (1953), Toponimia Náwat de Cuscatlán (1961), Solo amor (1963), Yulcuicat (1965), El náwat de Cuscatlán (1969), El español que hablamos los salvadoreños (1969), Los nietos del jaguar (1977), Vida, pasión y muerte del antihombre (1937) y La lengua salvadoreña (1978). 


ANASTASIO AQUINO


Todavía es ajena la tierra en que reposas

viejo abuelo de piedra. Tu raza indestructible

todavía se afana bajo el yugo. Imposible

es el grito que duras gargantas presurosas,


bajo el amargo signo del trópico impasible,

aprietan como gajo lacerante de rosas.


Se curvan las espaldas, sangrantes, dolorosas,

surcadas por las huellas del látigo terrible.


Ya no duermas abuelo. Vencedor de la muerte,

alza tu voz antigua, consoladora y fuerte,

y que otra vez se escuche tu gran grito de guerra.


Erguida para siempre, alta en el sol la frente,

repetirá tu raza de levante a poniente

el eco milenario de “Tierra, tierra, tierra”




Ramón Hernández Quintanilla

(1910-1999). Autodidacta. Es en el campo del periodismo donde están sus mayores logros. De origen humilde. Repartió periódicos en su niñez. Fue después aprendiz de sastre y luego tipógrafo.  En el diario Patria (1928), Alberto Masferrer fue su amigo y mentor. Trabajó como periodista en varios periódicos de la época, sobretodo en El Diario de Hoy (1936). Llegó hacer director del Diario de Occidente (1910) en dos ocasiones. Fue parte del «Grupo Cactus» y redactó la revista de ese colectivo. Viajó por Suramérica y Europa. En la década de los sesenta fue Secretario General de la Dirección de Bellas Artes. No publicó libro.


CAMPAMENTO

Iban llegando aquellos hombres,

iban llegando con pasos vacilantes…

llevaban los ánimos tensos,

frío en los pensamientos

y una gran tristeza royéndoles el cuerpo.


Amanecían todas las cosas

y estaban maduros los cielos

cargados de luceros.


Iban llegando como extrañas figuras

de un grignol fantasmal.


¡A sus puestos! 

–gritó una voz a orillas de la noche.

Piochas, palas, carretillas, dinamita,

y todo lo que se ocupa en la negra tarea

de abrirle el corazón a un cerro.


Y eran las cinco de la mañana en el canto del gallo

y eran cien trabajadores que mataban el hambre de un día

para amanecer con hambre el día siguiente.


Estaban maduros

los cielos cargados de luceros.




Rodolfo Jiménez Barrios

(1910-1983). Fue abogado, político, ensayista y poeta. Los primeros estudios los realizó en su pueblo natal. Pasó a la capital salvadoreña a estudiar Derecho. Brevemente fue parte del llamado «Grupo Cactus». De temperamento confrontativo y muy en sintonía en la lucha contra las desigualadas sociales; fue expulsado del país y se exilió en México, país donde concluyó su carrera universitaria. Fue fiscal del Jurado, Juez de la Instancia, catedrático en Cuernavaca. Obtuvo Primer lugar y la Rosa de Oro en un certamen de poesía en los años cuarenta. Al regresar a El salvador fue decano de la facultad de Economía de la Universidad Nacional. Fue alcalde de Jucuapa en los periodos de 1958-1962. También logró ser diputado en 1963. Su poesía se gestó sobre todo en los años de juventud. Obra publicada: Sendero abandonado (1938).


MELODÍAS DE CARRIZO PARA EL INDIO


Indio, yo te quiero;

será porque eres triste

y eres pobre

y eres bueno;

pero yo te quiero.

Me gusta ver tu rancho de hojarasca

y no me gusta,

me gusta ver tus hijos en tu rancho,

pero verlos en harapos

¡es tan triste!

No hay mujer más allá

que tu dulce compañera

al echarte la matata el bastimento

y al ser tu amada en tu tapexco.


Indio, tu Cuma tiene encanto, tu jorola,

Cuando vas segando arroz

o limpiando los maizales que han nacido

como mancha de sonrisas volanderas.

Tu lengua más es canto

esa “traiba”, ese “agüén” y “ya ve´usté”

son que toda flor más puros,

son que toda voz más santos.


Tu eres bueno,

tu mujer y tus hijitos van a traer el agua al río;

mas si llega cualquier rico hasta tu rancho

–aunque sepas que es ingrato–

tú le ofrendas un huacal blanco y hermoso

lleno de agua fresca y pura

¡como tu alma!


Indio, tú eres pobre, eres bueno, eres triste

y al amar lo haces muy hondo;

tus patrones no comprenden

cuando llevas a sus casas

alas blancas, aceitunas o colmenas.

Dicen que tu corazón es duro y es mentira,

siempre evocas tu pobreza,

y si muere tu mujer o algún hijo,

tú te sales al cercado, ante la luna,

y ahí lloras…


Es por eso que te quiero,

tu dolor te ha hecho bueno

y tu pobreza te hizo triste;

sin embargo

se murmura que eres malo

y te juzgan

sin beber en los motivos de tu rabia.


Mas si al fin eres chacal

eres bueno y manso

si te dejan siempre solo

o te tratan con amor.


¿Cuándo morirá tu vida noble

como el alma de los bueyes?

¿Cuándo te pondrás corbata?

¿Cuándo te harás mezquino,

rico e hipócrita?

Huye a las montañas, indio,

que es bella tu cabaña

y son bellos tus barrancos y tus ríos

y tus cielos con luceros

y tus campos azorados por el humo de las quemas!

Son bellos los atardeceres de tu rancho,

el humito de la hornilla que se escapa entre la paja,

tu guitarra, tu jorola,

el ladrido de tu perro y tu vida siempre al monte

mientras llevas en tu hombro los aromas del zacate

y, en tus manos, un olor a tierra pura y a bejucos!



Amparo Casamalhuapa

(1910-1971). Fue docente y activista social. Viajó a Honduras de manera clandestina y posteriormente a México. Obra publicada: El joven sembrador (libro didáctico, 1938) y El sendero angosto (novela, México, 1971).


CANTO DEL OBRERO DESPIERTO


Madre Naturaleza:

voy por los caminos anchos

destruyendo ignorancias,

por conquistar el pan.


Trabajo con anhelo,

estudio sin descanso;

soy un obrero ansioso

de conquistar su pan.


A mis hermanos digo

que ha llegado el momento

de olvidar viejos odios,

por conquistar el pan.


Que los hijos crecidos

en la fábrica oscura,

nos exijan a gritos

la conquista del pan:


con sus caritas pálidas,

con su infancia perdida,

con su falta de escuela,

por conquistar el pan.


Madre Naturaleza:

dejé atrás los caminos

de negra esclavitud,

por conquistar el pan.


Mis manos van tendidas

invitando a la unión,

al estudio, a la lucha,

por conquistar el pan.


Un clamor a lo lejos

da la señal guerrera:

es un dolor de siglos,

la conquista del pan.


Ayer venía solo,

hoy vamos por millares,

nos hemos vuelto hermanos

por conquistar el pan.


No importa que en la lucha

caigamos sin remedio,

con el laurel en la frente

por conquistar el pan.


Ya vendrán nuestros hijos,

valientes, decididos,

a contestar agravios

por la lucha del pan.




Carlos Lobato

(1911-1999). Fue profesor. Cultivó el ensayo, la poesía y el relato. Fue parte del «Grupo Seis» durante la década de los años cuarenta. Fue fundador y miembro de la Asociación de Periodistas y Escritores de Occidente. Se radicó en Santa Ana y ahí fundó el Instituto Politécnico El Salvador. Obra publicada: Canoas del estero (1938), Vitrinas del río (1939), Rebelión de la sangre (1945; en colaboración con Oswaldo Escobar Velado), Horario de soledad (1959; con prólogo de Juana Ibarbourou), Trinchera (1962; con prólogo de Claudia Lars), y Ortografía graduada (obra didáctica, 1956).


ESCUELITA RURAL DE MI TIERRA


Escuelita rural, desnutrida…

sementera de niños tristes,

tan subida en el cerro,

¡Tan pintada de nubes!


Escuelita descalza y desnuda,

arremangada de harapos,

que paladeas en alto el A B C…

y puedes ya contar hasta cien…


Escuelita rural, niños de sombra,

insomnio de los barrancos.

Criaturas, milagros de hueso,

lunares de pena y angustia.


Escuelita rural, olvidada.

Me da pena, lloro y me duele

cómo entre tanta tristeza

aprendas a deletrear: ¡Pan!




Eduardo Menjívar

(1912-1980). De origen humilde. Fue obrero y autodidacta. Gustó siempre de la poesía, y sobre todo aquella que partiera de la raíz del dolor y la pobreza de los más necesitados. Debido a que fue un diligente sonetista lírico, su obra de tono social se ha olvidado o se ignora. Debe anotarse que en ocasiones sufrió censura por esta última. Laboró por muchos años en la Biblioteca Pública de su ciudad. Se dio a conocer hacia 1944 en El Diario de Hoy (1936). Por afinidad formó parte de la Asociación de Escritores Antifascistas. Algunos de sus poemas fueron publicados en La Prensa Gráfica (1915). Colaboró en las revistas Hoja (1949), Síntesis (1954), Excélsior de Sonsonate (1938), La Cebolla Púrpura (1974) y fue redactor de Crisol (1959), órgano divulgativo de la Sociedad de Intelectuales Sonsonatecos. Obra publicada: Buque de carga (1960).


BOCETO DEL OBRERO


Hombre trabajador. Hermano mío

y hermano del ciclón amurallado.

ALA DEL HURACÁN. Acantilado

con raros pensamientos de navío.

No te deslía Dios: eres el lío

mundial de un gran dolor interminado.

Problema que lo tienen archivado.

Puente del tiempo: cuando el tiempo es río.


Vientos de mar tu vela desgarraron.

El vocablo EMPORAR te lo cortaron

dejando allende el PAR soltero el EMPO-


Hermano del dolor. Partida espada.

Recuerdo que tu voz fue fusilada

contra el enorme murallón del tiempo.




Antonio Gamero

(1917-1974). Laboró como periodista. Poeta explosivo, temperamental, franco, contestatario, rebelde y de lenguaje directo; impetuoso e iconoclasta. Aunque no tan atrevido en comparación a generaciones posteriores. Su poemario «T.N.T.», escandalizó el ambiente provinciano de nuestra ciudad con su evidente naturaleza polémica e incendiaria. De cánticos proletarios, de protesta descarnada, aunque con reminiscencias románticas. Fue miembro fundador del «Grupo Seis» y parte de la «Generación del 44». Acostumbró firmar algunos de sus trabajos publicados en los diarios bajo el seudónimo de “Poeta Salvaje”. Mantuvo la sección humorística en verso «Componiendo el mundo» la cual era publicada en El Diario de Hoy, bajo el seudónimo de “Goyito Componedor”. Obra publicada: T.N.T. (1943) y Bajo el temblor de Dios (1950).


ELEMENTOS PARA UNA POESÍA DE HOY


Aviones de picada. Cañones antiaéreos.

Hombres mancos. Mujeres sin ojos. Ceños pálidos.

Doncellas estupradas. Triste niños escuálidos.

Canes flacos huyendo entre humos deletéreos.


Cohetes disparados hacia mundos etéreos.

Mapas con ríos rojos bañando climas cálidos.

Ciudades ateridas. Aviadores inválidos.

Y crucifijos rotos en combates aéreos.


Los poetas actuales, con voz fuerte, broncínea,

deben cantar como hombres. Y sin perder la línea

del dolor que conmueve la entraña de la tierra,

deben –fusil al hombro– marchar con paso bélico;

y, trocando en acero su corazón angélico,

gritar esta proclama: ¡Hoy la poesía es guerra!      




Oswaldo Escobar Velado

(1919-1961). Nació en Santa Ana el 11 de septiembre de 1919, y falleció en San Salvador el 15 de julio de 1961. Fue abogado. Perteneció a la «Generación del 44» y al «Grupo Seis». Poesía contestataria con una carga lírica destacable. Obra publicada: Poemas con los ojos cerrados (poesía, 1943), Rebelión de la sangre (1945; en colaboración con Carlos Lobato), 10 sonetos para mil y más obreros (1950), Árbol de lucha y esperanza (1951), Volcán en el tiempo (1955), Cristoamérica (1959), Tierra azul donde el vendo cruza (1959), Cubamérica (1960), Cuscatlán en T.V. (1960), Poemas escogido (1961), Patria exacta y otros poemas (1978) y Tierra azul donde el venado cruza (1998).  


PATRIA EXACTA


Esta es mi Patria:

un montón de hombres; millones

de hombres; un panal de hombres

que no saben siquiera

de dónde viene el semen

de sus vidas

inmensamente amargas.


Esta es mi Patria:

un río de dolor que va en camisa

y un puño de ladrones

asaltando

en pleno día

la sangre de los pobres.


Cada Gerente de las Compañías

es un pirata a sueldo; cada

Ministro del Gobierno Democrático

un demagogo

que hace discursos y que el pueblo

apenas los entiende.


Ayer oí decir a uno de los técnicos

expertos en cuestiones

económicas, que todo

marcha bien; que las divisas

en oro de la patria

iluminan las noches

de Washington; que nuestro crédito

es maravilloso; que la balanza

comercial es favorable; que el precio

del café se mantendrá

como un águila ascendiendo y que somos

un pueblo feliz que vive y canta.

Así marcha y camina la mentira entre nosotros.

Así las actitudes de los irresponsables.

Y así el mundo ficticio donde cantan

como canarios tísicos,

tres o cuatro poetas,

empleados del Gobierno.


Digan, griten, poetas del alpiste.

Digan la verdad que nos asedia.

Digan que somos un pueblo desnutrido.

Que la leche y la carne se la reparten

entre ustedes

después que se han hartado

los dirigentes de la cosa pública.

Digan que el rábano no llega

hasta las mesas pobres; que diariamente

mueren cientos sin asistencia médica

y que hay mujeres que dejan

la uva de su vientre

a plena flor de calle.


Digan que somos lo que somos

un pueblo doloroso,

un pueblo analfabeto,

desnutrido y sin embargo fuerte

porque otro pueblo ya se habría muerto.

Digan que somos, eso sí, un pueblo excepcional

que ama la libertad muy a pesar del hambre

en que agoniza.


Yo grito, afirmo y aseguro:

                  En todas partes donde vivo, el cerro.

                  En todas partes donde canto, el hambre

                  El hambre y el dolor junto a los hombres.

                  La miseria golpeándoles la vida

                   hasta quebrar el barro más cocido del alma.


Y a esto amigo se le llama Patria

y se le canta un himno

y hablamos de ella como cosa suave,

como dulce tierra

a la que hay que entregar el corazón hasta la muerte.

Mientras tanto al occidente de la casa que ocupo

hay una imagen encaramada en el mundo

(¡mayor razón para que viera claro!)

y allá junto a sus pies de frío mármol

una colonia alegre

                         se va en las tardes

                                                 cantando, a los Cinemas.


Bajo la sombra de “El Salvador del Mundo”

se mira el rostro de los explotadores.

Sus grandes residencias con sus ventanas que cantan.

La noche iluminada para besar en Cadillac

a una muchacha rubia.

Allá en el rostro de la Patria, un gran dolor

nocturno: allá y yo con ellos, están los explotados.

Los que nada tenemos como no sea un grito

universal y alto para espantar la noche.


Allá las mesa de pino; las paredes

húmedas; las pestañas de las tristes candelas;

la orilla de un marco de retrato

apolillado; los porrones

donde el agua canta; la cómoda

donde se guardan las boletas

de empeño; las desesperadas

camisas; el escaso pan junto a los lunes

huérfanos de horizontes; el correr

de los amargos días; las casas

donde el desahucio llega y los muebles

se quedan en la calle

mientras los niños y las madres lloran.


Allá en todo esto, junto a todo esto,

como brasa mi corazón

denuncia al apretado mundo

la desolada habitación del hombre que sostiene

el humo de las fábricas.

           Esta es la realidad.

                 
Esta es mi Patria: 14 explotadores

           y millones que mueren sin sangre en las entrañas.

           Esta es la realidad.

          
¡Yo no la callo aunque me cueste el alma!




Liliam Jiménez

(1921-2007). Cultivó asiduamente el ensayo sobre temáticas sociales, económicas, políticas y culturales. Estudió Filosofía y Letras en la Universidad de San Carlos, Guatemala. Se dedicó al periodismo. Vivió en el exilio desde la década de los años cuarenta, salvo pequeñas estadías en El Salvador (1958–1961). En Guatemala vivió de 1945 a 1954 y en México de 1955 a 1957 y en una segunda oportunidad de 1962 a 2007. Se vinculó estrechamente con las luchas populares y la búsqueda de la democracia. Perteneció al «Grupo Sakerti», importante colectivo en la escena literaria y política de Guatemala en los años cincuenta. Obra publicada: Tu nombre, Guatemala (1955), Sinfonía popular (1959), Condiciones de la mujer en El Salvador (1966), El corazón del sueño (1968), Insomnio en la cárcel y otros poemas (1980), Canta corazón y canta (1983), Hoy el alma soporta hablar de los fantasmas (1997) y Canta Corazón y canta (2002; con prólogo de Tirso Canales).


BALADA AL CAMPESINO          


Busco la honda palabra de la tierra,

la de su entraña viva,

la que el hombre por siglos ha dejado

sembrada sobre el suelo de sus ansias.

Busco la honda palabra de la tierra

para extraer el sino

de las viejas raíces milenarias

que han quedado enterradas bajo el llanto.


He de encontrar esa palabra antigua

en la saliva del árbol,

en las hojas trenzadas por el viento

y en la vieja semilla germinada.


He de encontrar esa palabra antigua

en los labios del hombre

que ha vivido inclinado hacia la tierra

con sus manos callosas de silencio.


Y surgen las palabras de la sangre,

de la raíz del hombre

que ha pasado oprimido con el sueño,

los pájaros dormidos en el alma. 


Y surgen las palabras de ese rostro

tostado por el tiempo,

de esos  ojos que sueñan y que miran

con esa limpidez del agua clara. 


Y tomo la palabra y la hago mía

al socavar la tierra,

al hallar el origen de las cosas

entre la ciega angustia, acrecentada.

Y tomo la palabra y la hago mía

al sentir contacto

con ese antiguo mundo endurecido,

poblado de dolor ante los siglos.


Recibo la mudez de ese mensaje

en minerales voces,

dentro el constante ritmo de las horas

y el presuroso acento de los días.


Recibo la mudez de ese mensaje

con su pureza simple

y lo transformo en grito conmovido,

en protesta que sangra y se dilata.


Se hunden las manos en el surco abierto

al colocar  el grano

con el gozo encendido dentro del pecho

y el sudor que se vierte en esperanza.


Se hunden los pies desnudos y cuadrados

en el oscuro polvo

y van dejando la cansada huella

en el ritmo seguro de los pasos.

Hay un lento dolor y una nostalgia

que crece en la garganta

por una tierra que sin ser aún suya

vuelca su tibio afán y su ternura.

Hay un lento dolor y una angustia

de negro pan herido

que incorporo su ser y su conciencia

a la forjada lucha, presentida.


Despierta pronto en clamorosos ecos

cual subterráneo río,

una voz desatada entre las aguas

con la sílaba eterna del esfuerzo.


Despierta pronto la palabra entera

del corazón del hombre

en semilla de sangre sobre el suelo,

que mitiga la sed y que alimenta.


Las manos y los pies de fértil barro

sencillos y desnudos

en raíces de paz se convirtieron

al nutrir a la tierra de presencias.


Las manos y los pies, materia plástica

de llanto derramada,

han dejado por siempre el surco abierto

en donde el hombre construirá su sueño.

Desemboca en mi sangre la palabra

de latidos despiertos,

la que irrumpe en la tierra y se levanta

con afán absoluto sobre el aire.

Desemboca en mi sangre la palabra

de realidad intacta.

Crezca mi voz dentro del hondo anhelo

para cantar ese dolor de todos.




Pilar Bolaños

(1923-1961). Fue abogada, narradora y poeta. Su poesía es parte de ese coro que algunos autores  decidieron formar y escribir por una sociedad justa, y señalar los vicios y las injusticas; asomarse por medio de la palabra a la crítica y así despertar las conciencias. Fue parte del «Grupo Seis». Vivió la mayor parte de su vida en Costa Rica. Colaboró en la reconocida revista Repertorio Americano (1919) del costarricense Joaquín García Monge. No publicó libro. 


CANCIÓN DE CUNA PARA MI NIÑO POBRE

I

Yo tengo la canción del obrero en mi carne,

metida como clavos de seda entre mis huesos.

Para mi niño pobre

mi canción y mi verso,

desde el primer momento

le contarán del dulce golpear de los martillos.

Desde el primer momento

te enseñaré a sentirse

hermano de la estrella del corazón vecino.


II


Mi niño cuando crezca,

irá de calle en calle

aprendiendo a leer en las piedras del pueblo;

sabrá de la ternura que tienen las esquinas familiares

en los flexibles brazos de su madre morena.

Aprenderá a rezar en la oración del mar, sabrá

que son hermanos los niños y las niñas cuando

sepa el misterio del mar y de la estrella.


III


Mi niño cuando crezca,

aprenderá la historia

sobre mis manos mismas de provinciana errante,

sabrá de sus abuelos y de los padres de éstos

por todas las leyendas que de mis labios nazcan

para llenar la copa de sus oídos nuevos.

Costa Rica, abril 23, 1943




Rafael Góchez Sosa

(1927-1986). Fue docente de Educación Media, contador y periodista. Obtuvo varios premios nacionales e internacionales. Por afinidad integró a la «Generación Comprometida». Escribió por igual verso medido y libre. Fundó el Liceo Tecleño del cual fue director. Asimismo fundó el taller literario «Francisco Díaz», de gran importancia en la historia de las letras salvadoreñas. Obra publicada: Luna nueva (1962), Poemas circulares (1964), Cancionero de colina y viento (1966), Voces del silencio (1965), Desde la sombra (1967), Poemas para leer sin música (1971), Los regresos (1977), Cien años de poesía salvadoreña: 1800-1900 (crítica histórico-literaria, 1978; en coautoría con Tirso Canales), Los días y las huellas (1987; con prólogo de Rafael Rodríguez Díaz) y Esta mueca circular y sola (1997).


CONTRACANTO


Así es la cosa, honorables

politicastros de mi patria.

Decís que todo tiempo pasado fue mejor

y hora peleáis hasta con las uñas por jalarnos.

Hacéis publicity, fabricáis leyes,

caváis tumbas, admiráis a Somoza

y odiáis

al

que

crece

en

voces

y

os

aturde.


Sí, honorables políticos de mi patria.

Vosotros los que ofrecéis consejos amañados,

               los mercaderes de la guerra,

               los de los concursos de belleza,

               los de los cherokis blindadas.

Vosotros los llorones de la telenovela,

               los que tembláis cuando un niño dice Che,

               los que bostezáis 25 horas al día,

               los que borrachos imitáis a jhon travolta.

Vosotros los prominentes miembros del club de leones,

               los que creéis saberlo todo,

              los que vais por cirugía plástica a los united states,

              los que escribís para adormecer,

              los que dais limosnas y chupáis sangre.

Vosotros los de 30 años no cumplidos y ya con gran petaca,

               los del bárbaro perfume,

               los que queréis tapar el sol con un dedo.

Vosotros, honorables señores del banquete, ya

estáis viejos, histórica y

dolorosamente viejos.       




Roque Dalton

(1935-1975). Fue asesinado por sus propios compañeros del grupo clandestino al que pertenecía (Ejército Revolucionario del Pueblo). Estudió Jurisprudencia y Ciencias Sociales en la Universidad Católica de Chile (1953), Universidad de El Salvador (1954-1959) y México (1961). Se inició publicando a mediados de los años cincuenta. Fue miembro fundador del «Círculo Literario Universitario» y miembro de la «Generación Comprometida». Fue encarcelado y tuvo que exiliarse muchas veces para salvaguardar la vida. Desde 1961 se exilió, vivió en Guatemala, México, Cuba y Checoslovaquia; además, visitó otros países por motivos de su militancia en el Partido Comunista Salvadoreño. Regresó a El Salvador en 1973 de manera clandestina y con la idea de enrolarse en las filas guerrilleras. Publicó poemas y ensayos en revistas y periódicos extranjeros y nacionales. Obra publicada: Mía junto a los pájaros (1958), La ventana en el rostro (1961), El turno del ofendido (1962), Los testimonios (1964), Taberna y otros lugares (1969), Los pequeños infiernos (1970), Las historias prohibidas del pulgarcito (1974), Pobrecito poeta que era yo (1976), Poemas clandestinos (1981). En 2005 y 2008, la Dirección de Publicaciones e Impresos publicó en tres tomos su obra completa bajo el título común de No pronuncies mi nombre.


TODOS


Todos nacimos medio muertos en 1932

sobrevivimos pero medio vivos

cada uno con una cuenta de treinta mil muertos enteros

que se puso a engordar sus intereses

sus réditos

y que hoy alcanza para untar de muerte a los que siguen naciendo

medio muertos medio vivos


Todos nacimos medio muertos en 1932


Ser salvadoreño es ser medio muerto

eso que se mueve

es la mitad de la vida que nos dejaron


Y como todos somos medio muertos

los asesinos presumen no solamente de estar totalmente vivos

sino también de ser inmortales


Pero ellos también están medio muertos

y sólo vivos a medias


Unámonos medio muertos que somos la patria

para hijos suyos podernos llamar

en nombre de los asesinados

unámonos contra los asesinos de todos

contra los asesinos de los muertos y los medio muertos

Todos juntos

tenemos más muerte que ellos

pero todos juntos

tenemos más vida que ellos


La todopoderosa unión de nuestras medias vidas

de las medias vidas de todos los que nacimos

medio muertos

en 1932.




Jaime Suarez Quemain

(1949-1980). Fue asesinado en 1980. Fue poeta y periodista. Miembro fundador del «Grupo Literario La Cebolla Púrpura». Obtuvo Tercer lugar en la rama de poesía del II Certamen Estudiantil del Ministerio de Educación, en 1970. Desde La Crónica, diario de oposición de los años setenta, lanzaba duras críticas al gobierno opresor, críticas que le valieron una muerte violenta. Fue secuestrado por cuerpos de represión, torturado y ejecutado. Obra publicada: Un disparo colectivo (1980).


LOS DICTADORES


…los dictadores, señor, deambulan entre sombras

Y en horas nocturnas ingresan como acólitos en

Ceremonias donde oficiantes de negro celebran horrendos

Ritos en contra del hombre

Usted sabe, señor

Que ellos podrían

Cambiar la religión,

De indumentaria.

Opero usted los convierte

En guardianes de su estómago,

Les compra rifles

Y juegan a la guerra

Y luego usted, señor,

Usted los condecora

Y orgullosos caminan sacando

El pecho que está lleno

Por dentro de alacranes

Y usted los aplaude

Y usted los elogia

Y goza con el clima de tranquilidad,

De muertos en los ríos,

De secuestros, de torturas,

De bombas y de sangre.

Y usted los premia

Permitiéndoles sentarse a su mesa

Y que entren a sus clubes

Y se casen con su prima lejana

Educada en Europa

Y les pasa sus vicios

Y ahora juegan bridge

Y beben whisky

Y manejan un mercedes.

Los dictadores, señor,

Olvidan que nacieron

En medio de un arroyo

Y disparan en contra del arroyo

Y pretenden sacar aquel arroyo,

Hasta que un día                                                                                 

El arroyo es un mar

En el que mueren podridos:

Usted y los tiranos.

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