Luis Borja, en 2016, escribió este ensayo-prólogo para la antología Subterránea palabra (THC Editores), un libro de poemas que, según Evelyn Galindo, «son producto de una generación que carga con la guerra como si fuera un cadáver de un desconocido». El prólogo lanza un puente hacia la generación de poetas de los 90 y visibiliza a poetas que, fuera del canon, escribían sobre temáticas de la posguerra. Es un ejemplo del Luis Borja ensayista
Luis Borja | Poeta, editor y catedrático universitario
I
Las antologías siempre son una fotografía instantánea. Nos reflejan un momento. La idea de esta antología, es presentar cómo se vive este momento en el discurso literario.
Esta antología no es ni será un panorama de la poesía actual. Pero sí será un poema polifónico que nos habla de la posguerra salvadoreña, ese término incómodo para muchos.
A partir de 16 de enero de 1992, se empezó a escribir cronológicamente esta etapa. El fin del conflicto armado abría las puertas a una nueva visión de país. Sin embargo, la falta de proyectos que acompañaran la incorporación de miles de guerrilleros y militares a la sociedad civil dejó con los brazos cruzados a muchos habitantes salvadoreños. Una cocina de mesa, un par de láminas o un breve taller sobre panificación no serían suficientes. Una sociedad completa queriéndose incorporar. Después del golpe venían las heridas.
Aproximarse a la posguerra salvadoreña siempre ha sido un dolor de cabeza. Su caracterización podría definirse como: un nuevo escenario político; diversificación de las formas de violencia; consolidación del modelo económico neoliberal y por último, incremento de la migración y profundización de la ruptura del tejido social debido a la fragmentación de la familia.[1]
Desde el fenómeno literario, la posguerra se vio con la creciente producción de la narrativa testimonial, postestimonial y de ficción. Eso llevó a que en El Salvador se realizaran tres grandes estudios: Las huellas del delirio. La novela salvadoreña en el periodo de posguerra, del Dr. Mauricio Aguilar Ciciliano; Estética del Cinismo: Pasión y desencanto en la literatura centroamericana de posguerra, de la Dra. Beatriz Cortez; y El protagonista en la novela de posguerra centroamericana: desterritorializado, híbrido y fragmentado del Dr. José Luis Escamilla. En mi opinión, estos estudios son una tríada clave para comprender el fenómeno narrativo de posguerra en El Salvador.
Parece ser que la posguerra se daba únicamente en la narrativa, no en la poesía. La academia norteamericana y local, estaban enfocadas en el testimonio, postestismonio y ficción. La narrativa ganaba a la poesía quizá por condensar de una manera más amplia los procesos de significación de ese momento.
II
En el año 2012, surgiría una voz colectiva proclamándose como grupo de posguerra. Presentaban una antología titulada Lunáticos. Poetas noventeros de la posguerra. Era una selección de veinticinco poetas realizada para Índole Editores por Alfonso Fajardo. Esta era la primera selección que se realizaba de esa voz generacional. A 20 años de los acuerdos de paz se sistematizaba una voz colectiva, la voz poética de toda una década. Se presentó en un lugar emblemático para los intelectuales y artistas de la década noventera: La Luna Casa y Arte.
La academia tenía un corpus, pero era cautelosa. Guardaba silencio. Rafael Lara Martínez comentaba que ese: silenciamiento denuncia el carácter selectivo de una teoría que elige un aspecto particular de lo real para convertirlo en omnicomprensivo de la totalidad social. La parte revolucionaria y testimonial se considera(ba) el todo(…). [A la poesía noventera] se le arrincona de toda discusión porque no corresponde al simulacro guerrillero que la academia extranjera imagina del país. Se encuentra quizá en las palabras del Premio Nacional de Cultura el por qué del silencio de la academia sobre el discurso poético de la posguerra a veintitantos años de 1992.
Esta generación del gonce o de la transición, como la llama Lara Martínez, ha encontrado en sus mismos poetas un trabajo académico; Eleazar Rivera y Alfonso Fajardo han hecho grandes esfuerzos por entender desde la teoría el quehacer de su generación. Otras voces ajenas a este grupo, como Alfonso Velis Tobar y Luis Chávez han hecho comentarios críticos. Para entender el discurso noventero de posguerra desde la academia bastaría contar con los cinco dedos de la mano: Lara Martínez, Rivera, Fajardo, Velis y Chávez. De ahí en adelante todo es silencio.
Para el poeta Alfonso Fajardo el aporte que esta generación dio a la historiografía salvadoreña fue la dispersión y sobre todo la apertura temática en el discurso poético que terminaría con la asunción de una voz propia por cada poeta existente. La fotografía completa de esa generación aún sigue como una deuda pendiente —dice Fajardo— y sólo puede saldarse con la publicación de la obra individual, pero también con la publicación de esa antología formal que es la fotografía que aún sigue ausente en el muro del museo de la poesía contemporánea de El Salvador.[2]
III
La herencia que los noventeros nos habían dado: la dispersión, seguía vigente. Se hablaban de talleres de poesía en Santa Ana, en Chalatenango, Quezaltepeque y por supuesto en San Salvador. El nexo con ese discurso noventero para algunos de los acá antologados sería el poeta Noé Lima. Este poeta ahuachapaneco junto a Otto Flores y Luis Borja formarían en noviembre de 2005 el Taller de Poesía del Parque. Entre el año 2005 y 2010 en este taller se hicieron constantes lecturas en Guatemala, Nicaragua y dentro del territorio salvadoreño. La consigna era simple: la poesía está en la calle. Se leía poesía en el parque de Ahuachapán y sentados alrededor del kiosco Central desfilaban bajo sus ojos grandes poetas europeos y latinoamericanos, así como teóricos de la tradición literaria de siglo XX. Fueron cinco años de arduo trabajo. Se separaron y siguieron trabajando de una manera individual, pero siempre en contacto.
Paralelamente por la poesía, la amistad, la visión política y el compartir mismos escenarios de discusión se iba conformando un grupo de poetas que buscaban espacios alternativos. Ese espacio alternativo fue La Comuna 129. Lugar subterráneo para eventos culturales de personajes subterráneos y de poesía subterránea. Si bien compartían distintos espacios como Café la T, Leyendas, Clandestino, El pulpo, El Tania, etc., La Comuna 129 fue un proyecto cultural que aglutinó distintas expresiones. Desde presentaciones de teatro, recitales, guitarreadas, hasta un homenaje a un personaje emblemático para los estudiantes de la Universidad de El Salvador: Chicho y Eulalio U. La consigna seguía siendo la misma: la poesía está en la calle.
Para el año 2014 se llevó a cabo un evento que se denominó la Generación del Fin del Mundo, era una especie de selección poética de autores centroamericanos para la Revista OtroLunes, en España. Esta labor estaba a cargo del poeta salvadoreño Antonio Cienfuegos; quien venía acompañado de los poetas hondureños Magdiel Midence, Martin Cálix y Nincy Perdomo, se radicaron en La Comuna 129. Durante febrero de 2014 en ese espacio cultural se realizaron acaloradas discusiones sobre el quehacer poético y la situación política en la región centroamericana. Lo que parecía una broma terminaría denominándose La generación Maruchán, se intentó establecer un manifiesto, pero se evaluó que por lo espontáneo de grupo no iba a ser posible sostenerse. Tradición, modernidad y fractura estaba a flor de piel. Una palabra quedaba en nuestra cabeza contrahegemonía.
Las actividades culturales se siguieron realizando. Los recitales temáticos empezaron a montarse: Bajo la luz agónica: poemas de Cantina; Canción inflamabable para un burdel[3]; El disparo[4]; Subterránea palabra[5], Nicotina, y otros. Los encargados de coordinar este tipo de actividades eran Noé Lima, Erick Tomasino y Luis Borja. Pero la poesía de este grupo seguía siendo tan marginal y subterránea como sus lugares de vida (Chalchuapa, La Chacra, Soyapango, Ahuachapán, El Refugio, Usulután, etc.), como sus personajes (homosexuales, alcohólicos, pandilleros, prostitutas, etc.). Subalternidad y marginación a la orden del día. Visibilizar a esos sujetos proyectados en la cotidianidad era un objetivo.
Los premios nacionales y extranjeros aparecieron. Los libros también. Nombres como La llaga desnuda; Pájaros Tatuados, Crujir de Pájaros, Borderline, Los paraísos de la desolación y Erosión son el corpus que este grupo tiene en su haber. Como ese país que nos dejó la posguerra para que nos explotara en las manos.
IV
NOÉ LIMA. Desde un lenguaje altamente metafórico propone una imagen: la ciudad-mujer. Por eso, en los poemas de Noé siempre existirá el morbo, la provocación, y el erotismo. La ciudad-mujer que nos habla con una sintaxis cargada de imágenes, visiones y símbolos. La ciudad-mujer tiene calles como serpientes húmedas que engullen a sus habitantes.
Esta ciudad-mujer también encuentra en su rutina al acto poético como una crueldad. El acto poético es el trabajo para un sicario que encuentra la similitud entre carne y poema, por eso, para este escritor el acto poético es violento. El poema Pellejo es altamente simbólico para entender el quehacer poético y el vivir del «hombre esquizoide del siglo XXI».
Otro elemento interesante en la poesía de Noé es la intertextualidad entre cine, música y poesía, además de su formación como pintor y músico, estos otros elementos provocan una plasticidad en el lenguaje que convierte su discurso poético en algo altamente referencial. La poesía de Noé es completamente urbana; nunca ha sido publicada en El Salvador, ni retomada en la historia de la literatura salvadoreña a pesar de poseer una alta calidad estética. Sin embargo sus libros han sido editados por dos míticas editoriales guatemaltecas: Ediciones Mundo Bizarro y Editorial X.
OTTO FLORES. La poesía de Otto es muy honesta. Esto es, que lleva de la mano dos elementos claves en un poeta: experiencia y escritura. Un poeta no puede escribir de lo que no ha vivido, sino pierde carga de emotividad el poema. Otto logra emparentar su profesión de abogado con la de poeta y es allí cuando logra crear esos poemas que se vuelven altamente emotivos.
Además, Otto juega con la capacidad del asombro y a través de ella logra construir símbolos y (el símbolo puede ser todo el poema). Eso sí, su emotividad no se encuentra evocada de una manera intuitiva, sino en el análisis de esta intuición. A ella llegarán pocos lectores, quizá los más ávidos, cualquier néofito dirá que es un lenguaje para impresionar al lector, pero no, la fuerza de la poesía de Otto está en la elaboración simbólica y en el extrañamiento.
En el poema «Secuestro express», encontramos un extrañamiento entre elementos que hablan de erotismo en un ambiente tan caótico; el amor y la muerte pueden parecer al golpe y el encierro. El poema es cadencioso y caótico, como las calles de San Salvador. La poesía de Otto nos refleja ese pasaje doloroso del secuestro, de la vida de un tendero y su papel de confidente para con la policía, la vida de las prostitutas y el monólogo de mea culpa que provocan los accidentes de tránsito.
ERICK TOMASINO. En la poesía de Erick, afloran los cronotopos de burdel, la cantina, la ciudad. Estos elementos ya se habían observado en la narrativa de posguerra, pero ahora aparecen también en la poesía.
Establece un diálogo con los poetas que apelan a la forma, pero se olvidan del contenido, Erick lo retoma de una manera irónica y bizarra: Si soy de quienes no nos basta escribir con un montón de lenguas/ y las palabritas me quedan como condones en mal estado. Por su formación política y su pensamiento marxista-leninista, Erick repiensa el papel de la poesía como un elemento de denuncia, y ante el silencio de los poetas de la actualidad, les reclama Poesía de cartón y escafandras/le declaro el despecho de no mirar hacia abajo/cuando quiero corromperla mostrándole la materia/que me restriego pensando en usted.
Una mezcla extraña: lo bizarro y lo político. El poema consejos para salir de casa es un fiel reflejo de la situación actual de los salvadoreños.
ANDRÉS NORMAN CASTRO, publicado en Guatemala por la editorial Chuleta de Cerdo, sus textos han sido traducidos a distintos idiomas a nivel mundial. Estos textos están cargados de ironía, humor y cotidianidad, de una cotidianidad tan palpable que parecer no ser poética. Pero sólo quien carezca de humor e ironía podría decir eso.
Respecto a la cotidianidad, pienso ahora en el poeta Karmelo C. Iribarren y esa manera de presentarnos de golpe lo cotidiano. Esa misma línea es la de Andrés. Para Andrés, más que para otros, la poesía está en todas partes, desde la asamblea legislativa hasta el retrete, desde el centro comercial hasta las redes sociales. Con un lenguaje pop, personajes pop, su poesía podría rayar en el filo de la navaja de lo pop. Repito, sólo quien no tiene humor y la capacidad de asombro en una ciudad caótica, no puede encontrar el hecho poético en la obra de Andrés, es el poeta que le canta a la rutina y la cotidianidad, y en esa cotidianidad también está la muerte
FRANCISCA ALFARO. Una de las voces femeninas más fuertes en los últimos quince años de poesía salvadoreña. Su poesía enraizada con la de Octavio Paz establece una voz a la mujer del siglo XXI. Nihilista, absurda, caótica, erótica y reivindicativa hacia los derechos de la mujer.
Ve incrustado el patriarcado hasta en los recitales de poetas. Ella de una manera provocadora dice: No voy a la taberna para hablar de Roque/ Solo soy seria a las tres de la madrugada/cuando todos me miran quemándome la camisa/ y hablando babosadas sin aliento llagado por la pólvora.
El cuerpo desnudo o narrativa de la fidelidad se representa en su discurso cuando dice: juro, o lo que sea que me pidan/ que he mentido a todos/que no me causa vergüenza la desnudez/ que conozco más de moteles que un rinoceronte fiel.
Es que es imposible no hablar del status de la mujer en la poesía de Francisca, porque ella representa en sus poemas la violencia, discriminación de la mujer del siglo XXI: Los acosos son precoces insinuaciones/de un caníbal con hipo/de un bigotudo con insomnio. El acoso laboral se ve impregnado en ese poema, pero también el acoso callejero se observa en este otro Me ve pasar un hombre/y dos me dicen porquerías/como aprendieron en la vejez/ de una vida que nació vieja. Quizá por eso la poeta grita en la ciudad como un estribillo Maldita ciudad, maldita herencia, malditos todos/ Maldito centro, maldita plaza y maldito proxeneta.
BEATRIZ HENRÍQUEZ. Es una poeta que trabaja mucho la prosa. Sus personajes completamente urbanos habitan en el cronotopo por excelencia de los poetas: el bar. Cansados, bisexuales, monótonos, suicidas, olvidados y alcohólicos, son estos personajes que habitan los pequeños bares de Beatriz.
Me atrevería a decir que existe en ella una influencia muy notable de la generación Beat. Sus constantes guiños a Ginsberg y el poema «Aullido» hacen una polifonía textual que nos habla de esta ciudad que castiga a las mujeres y sus abortos. Porque nuevamente esta poeta se pregunta qué es ser mujer en el siglo XXI: Esta noche extraña/tu ataúd es del color del fuego/los pedazos que trajeron / me dan náusea y busco una flor (…) Los constantes feminicidios en esta ciudad han hecho eco en el poema de Beatriz.
La ciudad es un hipervínculo, dice Beatriz. Pero es un hipervínculo donde todos sus habitantes han llegado al hastío, la desolación, la tristeza, la lágrima y el suicidio. Esta poeta es tan subterránea como sus propios personajes.
DUKE MENTAL. La poesía de Duke es irreverente, contestaría, anarquista. O como él ha querido llamarla: punkesía. En los poemas de Duke encontramos la intertextualidad con la biblia. Pero esta biblia es urbana, los personajes que invocan a este dios, piden por no morir en las calles de una ciudad innombrable. La madres ven a sus hijos muertos, las magdalenas que todos conocemos, ahora habitan las calles de esa ciudad entre los olores pútridos como catedral de alcantarilla.
Dotado de una sintaxis atropellada, influjo de un trazo poético que basa el ritmo en la cadena fónica, con imágenes plásticas calzadas de dolor y odio. Porque Duke escribe como pinta, desde la emoción y el coraje de verse inserto en una ciudad caótica, drogadicta, violenta y que encuentra en la muerte una salida ante tanto caos: ¿Por qué no morimos antes de llegar hasta aquí?/eso de morir de a poco/ es como sentir la lluvia en inyecciones (…) muriendo de a poco en cada trago/asfixiándome por sorbos /al ver morir a mis amigos/clavados en el aliento del plomo.
WILLIAM MORALES. Poeta que también mezcla el lenguaje bíblico con su poesía: En el principio dios creó la ciudad. William habla de distintas situaciones no de la ciudad, sino de la «colonia». Al vivir en una ciudad divida en dos pandillas, sabe que es necesario marcar la territorialidad y con ella sus fronteras.
La influencia que tiene el entorno de vida sobre la poesía de William es grande. En sus poemas van nombres de pandilleros, situaciones de testigos, muertes y madres llorando.
El poema «Sparky» relata la vida de una parte de la juventud salvadoreña. De cómo se enfrenta ante la muerte y cómo las madres de estos jóvenes sobrellevan y sufren su luto. El papel de madre como una espectadora y doliente es reflejado en sus poemas: Tú, joven, hijo mío./¿Dónde habitas?/Quiero olvidar tu rostro pálido y tu boca torcida cuando dijiste: «la calle está bien dura jefa».
ALLAN BARRERA. Es un poeta que hace uso del surrealismo poético para presentarnos una ciudad fragmentada y dolorosa. Cuidadoso con el ritmo y el lenguaje nos da un golpe onírico a la nostalgia. Su vida de capitalino ha sido marcada de gran manera su poética. Su cronotopo es un destino terrible para el poeta: San Salvador.
La infancia vista desde una manera surrealista en el barrio, recrean al sujeto fragmentado y nostálgico.
La posguerra se nos presenta a Los desheredados de la historia, como una brisa de la muerte, como una zozobra de la vida y como un silencio. Somos el musgo de la historia que la historia no registra, dice Allan.
El poema «Autoretato del centro de San Salvador» nos envuelve en su prosa poética, para presentarnos a esa capital que ahora tiene las avenidas llenas de sangre. Este poema nos hace esa fotografía, solitaria, cruel, callejera, tan llena de hastío y muerte que nos ha dejado la posguerra.
V
La muerte como una poética, o necropoética si quisiéramos ser rimbombantes, se instaura en los poemas de los acá seleccionados. Bastará entrar en la lectura de los poemas que se le presentan a continuación para encontrarse una ciudad agónica. Sumérjase en ellos, con el cuidado no ser alcanzado por una bala perdida.
Luis Borja
Ahuachapán, septiembre de 2015.
[1] Aguilar Ciciliano, M. (2011) Las huellas del delirio. La novela salvadoreña en el periodo de posguerra.
[2] Fajardo al igual que Chávez, proponen un panorama muy amplio sobre el desarrollo de la literatura en la década de los noventa. El camino está trazado para la elaboración de esa antología.
[3] Este recital fue propuesto por Noé Lima, se retomó la prostitución como leiv motiv. La lectura se realizó en La Casa Tomada. Al recital respondieron Noé Lima, Erick Tomasino y Luis Borja.
[4] Bajo este nombre propuse a unos de mis compañeros que realizáramos distintos recitales en donde retomáramos como tema la violencia actual por lo que pasaba nuestra región. Así fue, incluso llevamos el recital a Guatemala. Este nombre surgía de mi libro El disparo: cuentos del barrio que por miedo a represalias y recomendaciones de algunos a quiénes va dedicado el libro, había trabajado con cautela.
[5] Recital realizado el 13 de diciembre de 2014. En se momento ya se visualizaba una voz colectiva a modo de antología. Al recital respondieron: Francisca, Erick, William, Duke, Allan y mi persona. Se dio lectura en Café la T.
NOTA: Los enlaces y la fotografía no están en el texto original (N. del E.)