«Conocer lo que un artista dice de sí mismo siempre es revelador», sentencia Edenilson Rivera en esta provocadora y enriquecedora conversación-entrevista a Óscar López, GoGal. Aunque realizada el 1 de mayo de 2021, la compartimos a propósito de «Grafforismos», su muestra de pintura y escultura en Galería 1-2-3
Por Edenilson Rivera | Poeta, licenciado en Letras y ensayista
Me confesó el pintor Óscar López (GoGal) que comenzó a crear a partir de sentirse un fracasado. Esta no es —digamos— una entrevista formal, pero sí una conversación espontánea e interesante sobre sus procesos artísticos. Hablamos en esta oportunidad de varios temas: de Mágico González y Maradona, de lo que representan más allá de sus talentos futbolísticos; de la duda y las caídas existenciales. También de Rocky Balboa (y su épica individual), de Bruce Lee, de Malcolm X, de lo que estos personajes simbolizan para sus pueblos en diferentes contextos. Hablamos de poetas, de su agudeza y su relevancia cultural. Conocer lo que un artista dice de sí mismo siempre es revelador para comprender algo de las concepciones de su arte.
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¿Por qué demonios creamos? ¿Por qué pintás?
Creo que una respuesta clara no la tengo definida. Tal vez tengo aproximaciones. Y sí me di cuenta de que muchos artistas, antes que yo, llegaron a esas aproximaciones, quizás más serias que las que yo estoy planteando. Te puedo mencionar desde Delacroix, que es un pintor francés; o te puedo mencionar a los creadores de cómic. No tengo un concepto rígido de quién es o no artista. De hecho, siempre te he mencionado a Mágico González: lo veo muy poético-filosófico al tipo, y veo que la gente se burla o se ríe de él; pero te da unas consignas magistrales. En ese sentido, sí, me doy cuenta de quién está más cerca de eso porque estoy desde fuera. En mí concepción, te podría decir que creo en cosas tan básicas, tan trilladas como el miedo a la muerte, narcisismo intelectual, cualquier tipo de cosa, porque, incluso, si yo supiera cuál es la respuesta, tal vez dejaría de crear, porque ya sé por qué estoy creando. Simplemente, es una necesidad vital. Es rico respirar; y no te preguntás por qué. Sí, hay elementos temáticos, obviamente, que te pueden influir, o un contexto como el de la pandemia, que —creo yo— quizás nos dio, por vez primera en una situación difícil, el verdadero estilo de vida creacionista, porque no teníamos nada qué hacer, estábamos encerrados, y teníamos que enfocarlo, y lo empezamos a ver y nos gustó. Y creo que empezó un nuevo ciclo a nivel artístico. El problema es el factor económico o los factores vivenciales. Pero, ¿por qué creamos? Creo que es una respuesta que solo te la da el contexto mismo de tu imbecilidad. (Je, je). A veces, tenés que ser imbécil para empezar a crear. Sentirte mal, sentirte tonto, frustrado, fracasado…, que solo venís de adorno a este mundo. Creo que, cuando entendés eso, es cuando empezás a crear. Te estoy dando la razón por la que empecé a crear, no te estoy diciendo, en general, por qué creo que lo estoy haciendo.
Dijiste algo del mundo. Me dijiste que me estabas dando una respuesta razonable; por qué comenzaste o por qué estás en la marcha, en la busca. Pero entonces ¿qué pasa en el mundo?, ¿qué te mueve a hacerlo?
Pues, mirá, como te repito, creo que lo más fácil para mí es estar sentado pintando. Por qué voy a pintar o a quién le voy a pintar no es una respuesta clara que tenga. Aquí entramos a conceptos más filosóficos y existenciales, en el sentido, en primera instancia, de definir qué es arte para mí, si lo que yo estoy haciendo es arte. Te puedo contestar claramente: lo que yo estoy haciendo es una mierda, a veces, pero es parte de mi desarrollo, de mi crecimiento, de mi desarrollo existencial, como tal, tener esas dudas. Creo que todos generamos un cúmulo de información tan pesado que entonces ya tenés demasiados referentes, y eso te hace dudar. Muy posiblemente, con esta pregunta que me estás haciendo, te hubiera dicho, a mis 19 años, una estupidez maravillosamente poética. Te hubiese dicho: «Soy el nuevo Rimbaud de la poesía», una dicotomía muy extraña.
Pero también comenzaste escribiendo poesía…
Sí, sí, de hecho… Yo considero que quien entiende el secreto de la poesía, ¡puta!, está cerca de los dioses, porque realmente la vida conlleva esa magia, miserable e insignificante para algunas personas; para otras, un estado, una conciencia, una filosofía una manera de ser, de respirar. O sea, yo me pregunto por qué la manzana es roja y por qué me gusta el color rojo. Eso es normal. Pero preguntarse quién le puso rojo al rojo, ya me metiste en un güevo[problema o asunto difícil]. O sea, voy más allá de… Y quizás por eso no te puedo dar una respuesta, porque no me quedo con la típica de… el seseo, la muletilla de «es que yo creo en mi arte porque es una manera espiritual». Eso es lo que hemos oído alrededor de, quizás, entrevistas anteriores, de muchos o artistas, o lo que nosotros consideráramos para salir del güevo. Me estás haciendo una pregunta tan difícil que no tengo una respuesta clara.
Bueno, me gustan las cosas difíciles, pero no por ponerte en aprietos.
Yo sé. Y me gusta que me pongás en aprietos porque me hacés reflexionar. Quizás no te esté diciendo nada ahora; pero cuando llegue a mi casa te pegue una llamada dos días después: «¡Hey!, man, puta, ya entendí lo que me querías decir». O sea, en ese sentido, no sentirte perturbado por no poder contestar algo creo que te hace más maduro a nivel creacionista artístico, porque no tenés una respuesta definitiva para crear, para salirte de la tangente: simplemente, lo hacés. Pero la reflexión como tal es la válida. Como dicen los abstractos «No me importa el producto final, sino el proceso». Aquí, en todo caso, es la reflexión.
Como parte de mis lecturas, consultaba un ensayo de un filósofo metafísico. Él se pregunta si la función del arte pareciera consistir en no comprenderlo. Es decir, el gran arte denso. Hasta, incluso, podríamos hablar de un poema hermético. Vos, por ejemplo, ¿hacés abstracto?
Bueno, ahora estoy haciendo (arte) pop. Ahora estoy haciendo cómic…
Pero alguien te puede decir «¿Cuál es el sentido, cuál es su fuerza comunicativa?». Bueno, el mundo está ahí… Pero, entonces, ¿por qué el artefacto artístico?
O: Bueno, sí, el mundo está ahí. De hecho, para mí, si mi arte fuera funcional y «utilitable», creo que ya no estaría haciendo eso. Sí, hay transacciones económicas: estamos ratificados por galerías, por museos, porque buscamos, como cualquier profesional, ingresos económicos. Yo no te voy a hablar en términos utópicos, te voy a hablar como un ser humano que caga, come, bebe cerveza, compra libros, necesita fortalecerse. Yo no creo en esas falsas identidades de «yo no leo porque me contamino», «yo no veo imágenes de Instagram» o de cualquier red social «porque me contaminan». A mí me encula [me encanta] ver hasta revistas Playboy, no por el morbo, sino por cómo es la letra, como están combinados los colores diseñados; todo eso tiene una dinámica, un sentido; pero todo eso es funcional y utilitario. Si alguien me dijera «Me gusta tu cuadro porque me combina con mis cortinas», puta, creo que me sentiría sumamente fatal. Pero si me dice «No sé por qué putas me gusta tu cuadro, pero lo quisiera tener en mi casa y mi casa es un gran desvergue», estoy comprobando una de las funciones artísticas: expresarte; me estoy expresando. Obviamente, hubo un diálogo. La gente se lo lleva, lo pone en su casa o donde quiera, pero no me estás transformando o no me estás cosificando, aunque se escuche contradictorio y necesitemos ratificaciones. Hay muchas piezas de arte. Por ejemplo, la de Marcel Duchamp (que ahora ya la historia está desvirtuando). Se dice que había una mujer detrás de él, que tenía esos famosos ready-made. Pero, ejemplificándolo, quizás por ahí podemos abordarlo. En qué medida estamos conscientes del utilitarismo y la funcionalidad de esas piezas. Y a pesar de eso seguimos creando. O, si te considerás anárquico, en ese sentido, y lo que va a venir, obviamente te va a retribuir, pero no vas sobre el epíteto de «gran artista», «gran maestro», qué se yo, cosas tan inválidas a mis 39 años; pero tal vez en mi juventud era lo que perseguía: el aplauso, la ratificación. Creo que todos los artistas han buscado en alguna medida eso. Hay un punto en que si llega, bueno; si no, qué más da. Vamos al génesis de esto, como el ejemplo del color de la manzana…
Quizás habría que buscar un sentido…
Ajá. Hay que buscar un sentido. Y cada quien tiene derecho a eso. Como te repito, quizás aquí ya toqué dos ejes fundamentales: utilidad y funcionalidad, o lo que vos querrás llamarlo, en relación con si se es o no artista, porque vamos a otro tipo de elementos. Aquí no estoy diciendo quién es bueno y quién es malo. La pregunta concreta fue ¿por qué creamos? Y me desconcierta también lo que te estoy diciendo.
Sabés que yo no soy un conocedor del arte pictórico. Quizás mi interés es ir más por el lado intuitivo, reflexivo.
Es que eso que estás diciendo… Toda la gente me dice: «No entiendo el arte», «No conozco de arte, pero me gusta». Pero estás siendo intuitivo, reflexivo, estás siendo visceral, estás fluyendo con el color. ¿Sabes quiénes manejan de una manera magistral el color? Los niños. Los niños no tienen ningún tipo de concepción académica, pero ellos ponen el color tal cual su emoción se lo dicta. Y esa intuición, conforme nos academizamos —no estoy en contra de eso. Ojo—, conforme nos vamos haciendo retóricos, técnicos, tecnificables, conceptualizados perdemos esa maravillosa esencia de la intuición. Y muchos la mantienen. Por ejemplo, voy a hablar de poesía; que me encula. Rimbaud la mantuvo y fue un niño hijo de puta siempre en su escritura, pero un niño hijo de puta consciente de que ya le apestaba la axila, ya le gustaban los hombres o las mujeres, ya vivía en su contexto, pero eso lo supo conservar para no intervenir en su poesía. Muchos artistas —y quizás me incluyo yo en primer plano— cometimos el error de creer más lo que nos decían otras estéticas que a a las propias.
Recién hablabas también de Bukowski. Creo que él decía —hablando de literatura— que cuando desaparece el espíritu aparece la forma. Se refería a la utilización de la técnica fría, creo. Hablabas de Rimbaud, de quien se dice que entre los 16 y 19 años escribió todo, la mayoría de su obra. Porque también está el espíritu de la creación salvaje —digamos—. Además, hay cosas que se acumulan, o se traen, o simplemente hay un tiempo. Por supuesto, está la inteligencia individual, la sensibilidad.
Exacto. O las entendés antes que otras personas.
Pero yo te decía ¿qué pasa en el mundo? Yo digo en poesía: el mundo te duele. ¿Te duele lo que ves?
A veces, me duele ser yo (je, je, je), aunque se escuche raro, no por negación a mi proceso, sino porque siento que no estoy haciendo lo que tendría que hacer, a pesar de creerme el hecho de la práctica pictórica, porque eso lo respeto. Pero solo con creerme no basta, también me duele no creérmelo. Y esas contradicciones de estar, no estar, de ser y no ser: esa es la maldición del salvadoreño.
Es parte de la duda: ¿se vuelve la duda, de alguna manera, metódica en el arte?
Para mí, sí. Porque, mira, ah…, por ser salvadoreño, tal vez, es mi naturaleza. Voy a hablar quizás de mi idiosincrasia fundamental. Siento que, si yo no desconfío en algo, no merece mi interés. Te estoy hablando desde las relaciones personales hasta el proceso mismo de preparar una tela. Tengo 17 años de preparar tela y siempre dudo de cómo la voy a preparar; es un proceso mecánico, casi, si querés verlo de esa manera. Pero también la obra es una entidad viva antes de que esté viva. La obra está desarrollada sin que vos lo sepás.
¿Es un cúmulo de materiales?
Exactamente. Solo lo objetivás. Solo hacés un objeto de eso. Todo anda en el aire y solo recogés las partículas elementales de tu creación, si lo querés ver un poco metafísico. Y tenés que aceptar también tus procesos, porque también, a la larga, no son iguales que los demás. Yo me considero una persona retrógrada, sumamente lenta para leer, para conceptualizar y para crear; me considero súper lento. Yo admiro, por ejemplo, jóvenes que hacen y han entendido el fenómeno del pop, no de Andy Warhol, sino que te estoy hablando del cómic. Y ahora, con Netflix, por ejemplo, que vemos vergo [mucho] de anime hijo de puta, vergo de anime. A veces, me terminan gustando sus tramas negras, sus tramas sucias; temas tan normales pero que la gente todavía no los quiere ver, pero que te lo pongan en un muñeco para contarlo en adulto no es fácil: homosexualidad, satanismo… eh. El hombre occidental, el hombre oriental, tienen las mismas vicisitudes, las mimas reminiscencias. Y somos seres humanos, como todos. Claro, tenemos algunas concepciones políticas, culturales y religiosas que nos dividen, porque no somos iguales, nos dividen; pero si establecemos un punto común, y el punto en común es creación, el punto en común es color; las formas encerradas, qué sé yo. Por ahí vas. Ya vas metiendo como lo que vos querés para darle forma a tu golem, a tu monstruo.
Pero hablabas de darle una presencia. Podríamos decir, filosóficamente, sería como ontólógica…
Sí, claro, claro. La formación misma…, o sea, el ser artístico, si lo queremos ver así. Podés entrar en categorías filosóficas en ese sentido. Podés hacer valoraciones a priori, a posteriori. Te podés llenar de toda la información que vos querrás y el puto cuadro no existe. Solo te hace falta formar el muñeco.
¿Qué pasa con el ojo interior? ¿Pinta «el ojo interior»?
Yo te puedo decir algo —y acabás de tocar algo—… Yo conozco el contexto porque tengo ojos de la luz exterior, pero me interesa el color… Baudelaire tocó un tema bien importante: la artificialidad en el arte. Por ejemplo, yo te puedo hacer anaranjado totalmente, muy expresionista, muy fauvista, pero es mi color interior. Y yo conozco perfectamente que el naranja es base para hacer el color piel; y si le meto blanco, te hago un cómic; y si le meto otros colores, te hago ya la piel natural; porque te hago la piel natural; porque el color natural, ¿sabés que lleva rojo, naranja y blanco? Para contaminarlo le meten rojo; hacen un rosado: le metés tres tipos de café y le metés más blanco. Nunca le metés negro. Nunca.
¿Cómo se fraguan tus ideas directrices, tus ideas germinales en tu estética?
Haceme la pregunta más pedrada…, más directa.
¿Oís formas, colores o conceptos?
Claro. No me puedo considerar una persona estática. De hecho, mi proceso creacionista parte de la música y de la poesía. Y estás hablando… Hay sonidos y formas, no estructurales, fisiológicas, pero sí abstractas. Y por eso yo partí exactamente del abstracto. Eso me dio la oportunidad de no encasillarme en un concepto fisiológico-mundano-estático.
No te interesa el mundo. ¿Te interesa tu mundo?
No, no. Sí, exacto. Me interesa el mundo como una manifestación de… Una manifestación no es lo mismo que una representación. Un árbol no es tal cual te lo enseñaron.
¿Como el árbol de Van Gogh, que no es un árbol?
Ahora te voy a decir algo. Una amiga me dijo una vez: «Sabés que a mi hija la reprobaron porque pintó un caballo rosado?». Entonces, la señorita maestra le dijo: «El caballo no es rosado, es café». Y yo le dije a mi chera [amiga, conocida]: «Tu hija está filosofando en la concepción artística». Porque yo preguntaría, voy más allá: ¿quién le puso rosado al rosado? Todos entendemos cómo se hacen los colores por un proceso prismático… Pero te voy a decir: ¿quién le puso verde al verde? Y lo ratificamos. Y así, en otro idioma. Todo llega al mismo concepto. Pero vamos más allá: si un caballo no es rosado, ¿por qué no es rosado en el arte?: porque vos me lo decís. Yo no estoy representando a un caballo; estoy manifestando el constructo que vos entendés como caballo. Y yo te lo voy a mostrar según mi mundo.
El mundo no te ofrece un caballo rosado. Entonces ¿para qué estás creando?
Aquí vamos otra vez a Marc Chagall, al punto de que el tipo ponía gente flotando —que para muchos puede ser ridículo—, incluso para mí. Pero en su apreciación y valoración, el tipo construyó su interioridad y te la mostró y la hizo palpable, como esta botella, como la mesa… Y en esa medida es un creador porque no siguió los estatutos fundamentales de la puta academia que llegó a Francia y le podía decir que el que hiciera esa gente flotante «era una mierda», porque no tenía una perspectiva ideal. Pero —decime— ¿qué es la perspectiva?: la valoración implícita del acercamiento o del alejamiento de tus objetos en proporción a las distancias… O sea, qué limitados estaríamos si eso fuera la perspectiva. La perspectiva, filosóficamente, es tu visión de vida, tu visión del constructo social, arquetípico, armónico.
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Leer «Grafforismos»: El yo y sus motivos nostálgicos (reseña sobre la muestra de Óscar López).
EDENILSON RIVERA (El Salvador, 1973). Licenciado en Letras por la Universidad de El Salvador. Escribe poesía y ensayo. Publicó Sarcófago de viento, 2012. Participó en el IX Festival Internacional de Poesía de Granada, Nicaragua, en 2013. Parte de su obra poética se ha publicado en las revistas Gramma (Argentina) y Ligeia (España). Escribe artículos literarios en su blog «metaforademente.blogspot.com» y en el suplemento cultural «Tres Mil» del Diario Co-Latino. Es miembro representante de Falena Editores y parte del equipo editorial de Estro Ediciones. Publicó recientemente su poemario Fabuladora de las nubes (2021).