SECRETO
Que el amor es la muerte
bien lo sabes,
porque a solas te lo he dicho
muchas veces.
Por eso no lo digas a nadie,
no sea que al decirlo
se cumplan mis palabras.
OBSCURO
Odio este cielo: su sol negro, su lluvia de siempre.
Odio este frío su miseria humana.
Pero a dónde ir cuando el camino ha terminado?
Aquí no puedo vivir
Y allá no puedo amar.
Sólo la contradicción es pura.
Aquí la indiferencia, allá la mezquindad.
Oigo la eternidad rodando. Inmensa bola de nieve.
No dejo por ello de reír.
Que digan que estoy muerto.
Si: muerto de risa.
El odio es mentira, no mata. Enaltece.
He aprendido a levantar la cabeza
Y a llevar con dignidad mi indignidad.
Sólo la contradicción es pura.
Me espanta la ciudad. Me espanto.
Soy esa mujer que pasa orgullosa de ser mujer y esfinge,
El marica y el chulo,
El capitán y el borrachito que pide el vino que se bebe
(con los ojos:
El vino de la luna. ¿verdad amigo Shoemberg?
Aló: soy yo. larga distancia. Es Dios quien habla.
Sólo la contradicción es pura.
Y yo no quiero nada. Para mi solo el tiempo.
(Todo el tiempo.
Aquí no lo tengo. Allá tampoco. Aquí por todo,
(allá por nada.
Y pensar que eso soy yo. ¿En que cabeza cabe?
Tanta pasión. Tanta furia. Tantas personas en una.
Odio este cielo y sus estrellas y su noche infinita,
como odiarme a mi mismo por no ser lo que soy
(y nunca seré.
Porque nunca será el tiempo para mí. El tiempo:
(todo el tiempo.
HIMNO
No amo a mi patria. Nunca la he amado.
Lo que he amado ha sido mi propio desengaño
que evidencia el engaño de aquellos que la aman.
Si yo amara a mi patria ( y es un decir que es mía),
ya la hubiera vendido,
violado,
corrompido.
Por eso no la amo. Porque es mejor no amarla,
como la aman aquellos que la aman
mientras ajustan la soga en su cuello.
DATOS PARA UNA ELEGÍA
Milton era ciego, Cervantes manco.
Christofer Marlowe, antes de los treinta años,
fue apuñaleado de muerte en una riña de bar.
Aparentemente el cuchillo iba dirigido a uno de sus ojos.
¿Qué se supone deberíamos pensar al respecto? Nada.
Una gorda inmensa nada.
Thomas Wintworth Higginson, un ignorante de siete leguas,
llamó al poema de Whitman Hojas de Hierba, un libro inmoral
que no llegaba a los pies de la obra divina de Emily Dickinson.
Poe murió loco, delirando en un albañal de Baltimore.
Tuvo, además, la mala suerte de escoger a Rufus Grisword
como su agente literario.
El mismo que lo despreció y dedicó muchos años
a destruir su reputación.
Pobre Poe.
Tan mala suerte tuvo que su tumba fue destrozada por un tren
descarrilado.
Vos nunca te graduaste de maestro, porque siempre estuviste dedicado
A convertir el mundo en un lugar seguro para la democracia,
y llenándote la cabeza de información inútil.
Cuando Poe murió y se invitó a todos los inelectuales a sus funerales,
Nadie, excepto Whitman, asistió. Wittin, Lonwfellow, Oliver Wendell
Holmes, y todos los de entonces, se quedaron en casa.
Otro que estuvo, aunque en espíritu fue Mallarmé, que escribió el soneto
Le Tombeau d’ Edgar Poe.
¿Qué se supone deberíamos pensar al respecto? Nada. Absolutamente
Nada.
PESADILLA
Anoche,
tuve una terrible pesadilla.
En ella,
mis compañeros de primaria,
conformaban
la nueva dictadura.
RIMBAUD
Ha regresado. Por fin ha regresado, dicen aquellos que un día lo imaginaron
bronceado por el sol de las playas y los climas de otro tiempo.
Ha regresado dicen, ha regresado después de haber vencido fieras salvajes y
fumado cigarrillos exóticos y bebido licores ardientes
como metales en fundición.
Ha regresado, anuncian aquellos que un día lo vieron partir, ha regresado
poniendo así fin a una ausencia que duró veinte años
y ya no se parece al que se fue.
No con el ideal con que partió: piel roja, miembros de boxeador. Ha regresado
no con el cinturón forrado de oro y piedras preciosas que despertarían la
envidia de amigos y enemigos.
No han acudido a su encuentro las mujeres que un día le prodigaron cuidados
reservados a lisiados de guerra o de amantes subyugadas por el codicioso
resplandor de su mirada.
Ha regresado dicen, con la irónica sonrisa dedicada a los eternos fracasados.
Ha regresado.
Ha regresado dicen. Qué decepción, enfermo y viejo, sin teléfono móvil
ni tarjeta de crédito
¿Qué duda cabe que estuvo en el infierno?
EVASIÓN
Mientras el tiempo pasa y nosotros con él, vigilo cuando duermes
que el fuego no se apague.
La primavera florece, después de tanta espera.
La aguja de Dios baila en el cerebro del gallo solitario.
Con su canto, saltas de la cama, y la guerra comienza.
Antes que el último de los árboles sea talado y el pobre polvo domesticado,
tú que vienes del caos,
enciende un astro nuevo y hazlo danzar sobre la arena.
Ajeno a los regateos de un poder que siempre te fue ajeno, escribe lo que
ves, hasta hacer de tu virtud tu propia catástrofe.
Con negros dedos la justicia se frota sus cansados ojos.
Un viento negro sopla en la oficina donde el genio pasó la noche elogiando
las riquezas del banquero
y ofreciendo sus servicios.
Como una gata entró la luna por la ventana, sigilosa y deshonesta;
mientras dormías un rayo iluminó tu cuerpo.
Temeroso de tus propios pensamientos, callas y escuchas en el silencio de la
noche el aullido de un perro.
¿No es el mismo aullido del perro de otra noche?
El pensamiento retrocede hasta los confines de la infancia más lejana, es el
mismo perro que aúlla espantando el alma
de aquél que ha muerto y aún se cree vivo.
En la oscuridad el tiempo pesa más.
¿Qué ojo no ha sido oscurecido en el crepúsculo?
Indulgencia plenaria para todos ha decretado el humildísimo arcipreste,
ahora convertido en sosia de Dios aquí en la tierra.
Palabras y sonidos, puentes entre las cosas que han estado eternamente aparte.
Dentro de la ballena, en su oscuro vientre, trazas con un
palo marcas y cifras del bien y el mal.
Decir que Dios ha muerto es reafirmar su existencia.
En su tumba no queda nada que no sean los lobos que aúllan a la muerte.
Un festival de santas memorias y servicios divinos va dejando a su paso el
rey de los payasos de este reino,
donde todo es negocio y regateo.
¿No es inaudito que el más santo de los hombres ya no crea en Dios?
Hay que vencer el miedo y conquistarlo, contemplar el abismo en el
Abismo.
El espíritu se inflama, crece el vigor a través de la herida.
Deja aquí, por eso y para siempre, una página en blanco,
un espacio sin límites,
donde puedas hundirte, de una vez y para siempre, en el sueño
la evasión suprema de tu fe en la poesía.
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Kijadurías: el poeta de todos los tiempos
«La venganza del cerdo», cuentos de Alfonso Kijadurías
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Correspondencia entre Alfonso Kijadurías y Ricardo Aguilar