Juan Carlos Rivas dedica este reportaje-ensayo a la fascinación del mundo por los escarabajos. Desde Egipto hasta la historia antigua de América; desde la religión hasta la poesía, estos bichos simbolizan vida, misterio y arte
Juan Carlos Rivas | Artista plástico, escritor y periodista
A Rainier Alfaro, Carlos Clará, William Alfaro, Alfonso Fajardo,
Luis Angulo Violantes y Alfonso Kijadurías, Coleópterus bibliotecarius.
El cronista se abre paso entre la densa vegetación. El sofocante calor y la humedad de las tierras vírgenes del trópico no impiden que el Adelantado se fascine con la maravilla y la riqueza de una flora y fauna desconocidas. Árboles altísimos poblados por guacamayas, monos aulladores, serpientes y quetzales le reciben al paso. La bulla, los trinos, el movimiento sigiloso entre el pasto y las anécdotas del jaguar, señor y rey de los bosques, distraen el paso nervioso de los exploradores. Leguas adentro, el cronista encuentra lo que los naturales llaman «cuitlatemoli», un tipo de escarabajo que se encuentra en el estiércol, otros, de colores platinados y formas curiosas, son usados por los naturales como medicina y también para ornamentación, parecen joyas vivientes. Son tierras mexicas, fronterizas con la tierra maya y el reino Quiché.
El cronista Francisco Hernández, en su compendio Historia natural de la Nueva España (tratado IV), consigna la primera exploración en territorio mexicano (1571-1576). Hernández lo hace como protomédico del Nuevo Mundo y bajo la encomienda del rey Felipe II. La intención era describir las plantas, animales y minerales útiles a la Corona. No obstante, el historiador se encuentra «no solo ante el desconocido esplendor de una naturaleza exhuberante sino que confronta la realidad cultural de un pueblo indígena cuyo grado de conocimiento sobre recursos naturales era insospechado» (Anna Paola Bellucci, «Breve historia editorial de la obra de Francisco Hernández»).
Y escribió el cronista: «Se encuentran en esta Nueva España muchos géneros de escarabajos, de todos los cuales solo cinco he podido ver hasta hoy. De estos hemos pintado los que son más notables porque se dice que con sus cuernos, raspados y tomados con agua; excitan extraordinariamente la actividad genésica.»
No obstante, tres décadas antes del recorrido de Hernández, el religioso franciscano español Bernardino de Sahagún, poco después de la conquista de México, comienza la redacción de la Historia general de las cosas de Nueva España (escrita entre 1540 y 1585), la cual es conocida también como «el Códice Florentino».
Sahagún, siguiendo las indicaciones de los nativos (todos pertenecientes a la élite mexica), se concentra en la región central de México, en ella comienza su investigación, clasificación, ilustración y descripción de la flora y fauna autóctonas (1536). Por esta razón (en la época moderna), algunos antropólogos reclaman para el fraile franciscano el ser uno de los antecesores de la moderna etnografía.
El propósito de Sahagún era el de dar a conocer entre sus colegas misioneros algunos de los aspectos de la cultura y la historia de los pueblos del altiplano central. Fue en ese altiplano, entre la majestuosidad de la vegetación y la fauna, que el cronista escuchó hablar de un tipo de «escarabajuelos» que andan en el estiércol y otros de tonos curiosos que son utilizados por las mujeres como adornos, dijes o pendientes.
Y narra el historiador: «Hay unos escarabajuelos que se llaman «temoli». Son leonados debaxo de las conchas. Tienen alas y voelan. En el tiempo del verano andan. Y en el tiempo de las aguas comen las flores.
»Hay otros escarabajuelos como los ya dichos, y andan en el estiércol. Llámanse «cuitlatemoli». Hay otros escarabajos como los ya dichos que se llaman «yoxochquiltemoli». Mantiénense en las flores de la calabaza. Hay otros «cuauhtemoli», dícense ansí porque se crían dentro de los maderos, y son bermejos y grandecillos. Ni tienen bien ni mal.»
Cuatro décadas después, más o menos, el oidor de la Real Audiencia y Cancillería de Goathemala, don Diego García de Palacio (1573 y 1580), realiza la primera descripción del paisaje geográfico, cultural y natural de El Salvador, la cual es «preparada para servir de referencia al Real y Supremo Consejo de Indias y a la corona de Castilla» (Carta de Relación y otros documentos; Biblioteca de Historia Salvadoreña, Dirección de Publicaciones e Impresos). Esta descripción del territorio salvadoreño (tierra nahua-pipil), según el historiador Pedro Escalante Arce, es de gran significado para la historiografía nacional inaugurada con la segunda carta de Pedro de Alvarado (1525), en España.
Es así como García de Palacio «con información de primera mano sobre los nahua-pipiles, especialmente los de la región de Tecpan Izalco», comenzó su recorrido por tierras sonsonatecas y ahuachapanecas, hasta culminar en la zona de los nonualcos. El escrito fue fechado en Santiago de Goathemala, el 3 de marzo de 1576, la envió al Real y Supremo Consejo de Indias. El original de la Carta-relación de Diego García de Palacio se guarda en Madrid, en la Biblioteca de la Real Academia de la Historia, por si fuera poco, junto con otros inapreciables manuscritos de la América española.
La descripción comienza en los territorios de «Aguachapa», en una tierra «abundante de montes, agua, caza y pesca de todas suertes; tiene muchos frutales de la tierra y de Castilla, bonísimas naranjas y algunos higos y melones; es tierra de cacao y de buenas tierras para maíz y demás legumbres y semillas que los indios usan».
Y sigue el cronista: «Es tierra enferma por mucho calor y humedad que en ella hay, de que se suelen causar grandes calenturas y otros males pestilenciales. [Hay] mosquitos de cuatro géneros que de día desasosiegan y enfadan, y de noche no dejan dormir; muchas moscas y avispas de diversos géneros, malas y venenosas, que en picando hacen roncha, y si la rascan llaga. Yo ví que un mozo cayó de una picadura aturdido y amortecido por más espacio de dos horas. Hay alacranes y unos gusanos peludos que con cualquier cosa que de su cuerpo toquen, emponzoñan y a veces matan y otros que llaman ciento pies, tan malos y tan venenosos como los dichos; grandes culebras y culebras víboras malísimas, y otras sabandijas pestilenciales y muy dañosas de diferentes especies, que espantan con los malos efectos que ellas y con ellas hacen: hay unas que crían un cornezuelo en la cabeza de que los malos usan para sus sucias lujurias de efecto extraño, y para lo mismo hay unos escarabajos muy grandes, los cuernos de los cuales aún son peores y de más mala operación. Yo hablé a un sacerdote a quien unos, sus toscos amigos, le hicieron con las raeduras de uno una burla tan pesada que ni bañarse, ni ungüento rosado, ni sangrarse le aprovechó por más de veinte y cuatro horas.»
El escarabajo sagrado
Pero esta fascinación por los escarabajos es muchísimo más antigua, casi tan antigua como la historia humana en el mundo. Una prueba de esta fascinación son los datos encontrados en época de Tutankamón, este faraón gobernó en la dinastía XVIII del Antiguo Egipto (1334-1325 a. C). Sin embargo, la historia que nos compete comienza en pleno siglo XX, en 1922, cuando el arqueólogo Howard Carter descubrió la tumba de Tutankamón casi intacta, con más de 5 000 artefactos, entre ellos la máscara funeraria del faraón y un hermoso pectoral cuya joya más destacada es la fabulosa figura de un escarabajo esculpida en cristal verdoso.
«Las alas del escarabajo están tratadas con oro, plata, cristal y piedras semipreciosas, y el animal es el corazón de la figura de un halcón. El insecto soporta con sus alas y patas el peso de una barca celestial en la que yace el ojo izquierdo de Horus, el símbolo de la Luna. En sus patas inferiores hay otros tantos símbolos sobre la eternidad. Alrededor bailan los dioses, y la iconografía completa habla de los ciclos del Sol y de la Luna, de la resurección y del reinado eterno de Egipto» (Luis Miguel Ariza, El País).
Esta hermosa e inigualable joya cautivó al geólogo italiano Vincenzo de Michele, logró identificar a la piedra como una «tectita, un cristal del desierto libio […] De Michele encontró trazas de iridio, un material muy raro en la Tierra y propio de meteoritos. Las posteriores investigaciones determinaron que la sílice de la figura había resultado del impacto probable de un asteroide hace unos 28 millones de años, que calentó hasta 2 000 grados la arena del desierto, formando esas piedras», escribió Ariza.
Por su parte, sigue el artículo de Ariza, la arqueóloga Andrea Byrnes en la revista Egyptological, propone que este cristal de origen extraterrestre es único en el mundo. No obstante, se desconoce cómo la gema pudo llegar a las manos de los artesanos reales hace unos 1 300 años antes de Cristo.
Pero ¿qué representa el escarabajo para los egipcios? «Este pequeño insecto es casi omnipresente [en esta cultura]; aparece en versos dedicados como El libro de los muertos, en forma de joyas que sustituyen el corazón de los faraones, en amuletos de la buena suerte incluso entre las vendas», asegura el periodista español. «Se han encontrado alas de escarabajos —los élitros— en objetos del propio Tutankamón, y hasta se han desenterrado ejemplares embalsamados».
Y es que esta divinización del animal está relacionada con la figura del dios Jepri (cuerpo humano y cara de escarabajo). Sin embargo, en la vida diaria, la gente se refería al escarabajo como Ra, el creador del universo, uno de los dioses más importantes del panteón egipcio.
El entomólogo francés Yves Cambefort, del Museo de Historia Natural de París, ha relacionado incluso la forma de las pirámides con «la humilde biología de una especie de escarabajo pelotero». Se trata de un tipo de insecto del orden de los coleópteros de los cuales existen unas 375 000 especies descritas.
Antes de salir el sol, el escarabajo pelotero es atraído por el excremento del ganado con el cual forma una bola que rueda con facilidad, aunque a veces tiene que sortear toda clase de obstáculos. Siempre, en tempranas horas, el escarabajo entierra su botín y excava un túnel «creando en su desembocadura una cámara nupcial donde se aparea. La hembra coloca entonces sus huevos, y las larvas se alimentan del excremento. Las pupas emergen de la bola y se metamorfosean en adulto». Este extraordinario acontecimiento pudo dar la idea de la momificación a los primeros sacerdotes egipcios.
Un estudio de Current Biology, la revista científica que cubre todas las áreas de la biología, especialmente biología molecular, biología celular, genética, neurobiología, ecología y biología evolutiva, publicada por la Universidad de Lund en Suecia, sugiere que «durante las noches cerradas africanas, estos animales se guían por el brillo de la Vía Láctea para trazar sus caminos sobre los que rodar sus bolas de estiércol». Hasta la fecha, el Scarabaeus sacer egipcio (escarabajo pelotero) sigue considerándose sagrado para algunos.
Coleópterus guanacus
Tres mil trescientos años después de la XVIII Dinastía, por increíble que parezca, los escarabajos siguen asombrando al mundo. Se conocen pendientes de piedra esculpidos con su forma desde hace entre 10 mil y 20 mil años. Sus colores tornasoles, negro azulados, rojos, verde esmeralda, colores metálicos, lo creas o no, los más brillantes, suelen utilizar su característica como camuflaje, son algunas de las variedades conocidas desde siempre como «escarabajos joya». Sin embargo, la vida de estos escarabajos es muy breve, apenas poco tiempo para retratarlos o filmarlos: 15 días, mientras que el escarabajo pelotero vive un año.
En Centroamérica, sobre todo en la zona del Trifinio (fronteras de Guatemala, Honduras y El Salvador), habitan tres variedades de escarabajos chrysina (Coleoptera: Scarabaeidae). «Dos especies se reportan para el país: Chrysina karschi y Chrysina qetzalcoatli, contándose con un nuevo registro para El Salvador de la especie Chrysina pehlkei, esta última reportada en febrero de 2013 en la cuenca alta del río Sumpul [Chalatenango]», según el artículo de Rubén Ernesto Sorto y J.M. Sermeño Chicas, entomólogos de la Universidad de El Salvador.
El género Chrysina —según el artículo mencionado— está compuesto por más de 100 especies descritas desde el sur de los Estados Unidos hasta Ecuador, y la mayor diversidad se reporta desde México hasta Panamá. «Ecológicamente se encuentran principalmente en bosques húmedos de montaña o bosques nubosos en elevaciones que sobrepasan los 1000 msnm. En El Salvador únicamente se han reportado en dos áreas de conservación: la Sierra de Alotepeque-La Montañona (frontera con Honduras) y El Trifinio (frontera con Honduras y Guatemala). El género Chrysina es uno de los grupos de escarabajos más conocidos, principalmente por su belleza de colores que incluyen verdes brillantes y mezclas de patrones de colores con bandas, puntos o «mencahas» de colores metálicos.»
Sigue el artículo de Sorto y Sermeño Chicas: «Sin embargo, muchos de los sitios en El Salvador no han sido explorados y seguramente puede albergar especies nuevas para la ciencia como el caso del Chrysina pehlkei […] Por el momento, solamente se conocen tres especies de Chrysina para El Salvador y todas reportadas en la cadena montañosa fronteriza del norte del país». Por ejemplo, Chrysina karschi y Chrysina qetzalcoatli se encuentran en el Cerro de Montecristo y El Pital (Chalatenango); y Chrysina pehlkei en la cuenca alta del río Sumpul (Chalatenango). Como dato extra, la traducción del antiguo maya para escarabajo es kuklim, kuklim ta.
Unos años antes, en El Salvador, los doctores Bret Ratcliff y Ronal Cave hicieron el hallazgo de dos nuevas especies de escarabajos en 2005: Cyclocephala melolonthina y Hemiphileurus euniciae, esta última bautizada así en homenaje a Eunice Echeverría, bióloga salvadoreña.
Coleópterus bibliotecarius
Existe en la actualidad un género de coleópteros poeticae que ha sido descubierto entre todo tipo de documentos: papel, libros, incluso cajas de cartón. Estas especies de escarabajos son atraídos por la pulpa de celulosa y las fibras que lo componen, esto debido a la aglutinación mediante enlaces por puentes de hidrógeno que ocurre durante la elaboración de la pasta de papel.
Su fecha de descubrimiento corresponde a la década de los 90, aunque es un tiempo relativamente corto, estos escarabajos se caracterizan por sus matices y por su trabajo en equipo. Son seis las especies descubiertas en los archivos, las bibliotecas, las librerías e incluso los museos. Y se sabe que prefieren la oscuridad y la soledad porque durante la noche —al reflejo de la Luna o de la Vía Láctea— es que comienzan su faena.
Estos coléptores han sido clasificados como Clará tayahually poeticae, Rainieris telemacus abstractus, Escarabajo cuervo-williams, Fajardus talega guanaquensis, Violantes eroticus y Escaramusa-Kijada coleópterus mayor. Este último fue descubierto en un estado sobrenatural en 1967, emite un sonido similar al relámpago cuando acaricia una flor de invierno, y su canto en este fragmento se escucha así:
…Y hablaste de la razón como de un espejo recién quebrado
y a la hora de comer abrías los ojos, te dabas el lujo de preguntar por mi salud,
recomendarme luego un viaje al exterior pasando indiscutiblemente por el jardín botánico,
sin darte cuenta o por lo menos tratando de ignorar que el escarabajo se llena de su porquería,
se envuelve mejor dicho y retorna al hoyito como el origen de todos los orígenes…
Mientras tanto seguiremos fascinados con la diversidad de escarabajos y el arte de la naturaleza en su cuerpos, viéndolos pasar y descubrir el mundo, que no es otra cosa que una bola que rueda por el universo de lo sacro y de la poesía.
Queridos y admirados escarabajuelos; bonita edición. Gracias.
Siempre es un placer. Gracias por la confianza.