/

La paz no se logra solo con el deseo, antología poética

Otoniel Guevara nos comparte una selección de poemas del libro La paz no se logra solo con el deseo, libro lanzado en 2022 por Libros La Chifurnia


La paz no se logra solo con el deseo es una antología de poesía y testimonios que cubre la voz en defensa de la vida de 110 poetas de 18 naciones en un abanico de 300 páginas que van del retrato más crudo de la violencia contra el ser humano, los peces, el agua, los árboles, la justicia, el amor, el espíritu de todo lo que existe, hasta la renovación de la fe y el triunfo de la armonía como meta permanente. El título pertenece a Amílcar Colocho, poeta salvadoreño que luchó y murió en octubre de 1990, durante la guerra de liberación librada por el pueblo salvadoreño por dos décadas.

Editado por Libros Chifurnia en julio de 2022, su primer tiraje se agotó en pocos meses, viajando a diversos puntos del continente y dando cuenta de una imperiosa necesidad de contener lo que hoy vemos madurar con estupefacción y cierta dosis de terror: el fanatismo de derecha que está hundiendo a los pueblos en una catastrófica miseria, al par que le arrebata sus más sagrados y caros derechos.
La antología consta de cuatro partes y dos preámbulos. Inicialmente leemos una nota del editor exponiendo los motivos del libro, que resume en la necesidad del impulso de la paz a través de la poesía. Luego, hay una nota del Dr. Rubén Ignacio Zamora —ahora perseguido en clave de venganza por el régimen—, en donde considera la relación entre política y poesía y destaca dos coherencias básicas del libro: el posicionamiento de los poemas en el lado de los ofendidos y la apelación a generar emotividad en el lector.

La primera parte se titula Homenaje, pues recoge poemas de autores que fallecieron mientras se construía la edición y que ya habían entregado su aporte al libro. La segunda parte es Los poemas, que es el alma del libro con los versos de todos los participantes. Finaliza con Los testimonios, que ofrece textos con las experiencias frente a dictaduras y regímenes autoritarios de 22 de los autores antologados.

Gracias a El Escarabajo, ofrecemos una breve selección de este libro.

HOMENAJE


X

(Discurso para pensar el siglo XXI)

Luis Borja | El Salvador


Un fantasma recorre los países de Latinoamérica y es el fantasma de las dictaduras
En pleno siglo XXI estamos avisados ya todos de los autogolpes que se propagan
Torceduras de muñequitas de tusa, golpecitos de pecho contra las resistencias.
En la tierra donde los esqueletos atormentan el paso de las democracias —viejas sangrientas aplaudidas desde los discursos— sin duda se prepara ya un golpe de Estado.
Quizá sea un golpe de estado blando, como las enaguas de la libertad, quizá sea un golpecito de viejo tísico por las polvaredas secretas encima de los escritorios
Estamos pues ante un genio de los caracteres con los párpados remendados
Una carretillada de gorilas abatiendo la historia al ritmo de los aplausos
Porque al final, este paisito, tierra remendada a puros huesos, no puede alejarse de las cosas banales
Eso sí, estamos ante una crisis de poder y eso se resuelve con el canto de los pájaros de tuiter, con balas cibernéticas ante el ritmo de los acosos virtuales 
Sin duda pues, ese fantasma que recorre por todas las sangres de los presidentes
Acumula el odio en todas las sonrisas de los condenados
Y las vísceras corren como animal espantado
Mientras la sangre se derrama en todas las plazas virtuales
Y desde la silla entronada, el omnipresente dios de los caracteres mueve su patita para espantar el Parkinson de muchachito malcriado.

LOS POEMAS


SUBVERSIVA

Ricardo Castrorrivas | El Salvador


Un día nos llevarán presos.
Por tu culpa o por la mía.

Sólo porque aquella vez escribí
ABAJO LA DICTADURA
en las plantas de tus menudos pies.

Y sólo porque vos, a medianoche,
saliste a caminar descalza
por la piel dolida de la Patria,
dejando a cada paso,
un mensaje al revés que todos entendieron.


NUESTRA CASA

Margarita Drago | Argentina


La casa se llenó de telarañas
desde el día fatídico
que los hombres armados
irrumpieron.
Uno a uno nos fuimos marchando.
Otros la invadieron,
habitantes sin rostro
tomaron posesión de los cuartos,
hicieron suyas
las camas y las mesas,
las sábanas y los manteles.
Levantaron paredes y tabiques.
Cortaron de raíz
el rosal, el parral, el limonero,
y con ellos,
los sueños de mi padre,
mis juegos y mis cantos infantiles.
La casa se llenó de escombros,
de toldos sobre pilas de ladrillos.
Al interior, los mismos muebles
en los espacios de siempre.
En las viejas paredes,
los mismos cuadros
presidiendo la mesa familiar
o velando el sueño
de los que ocupan nuestras camas.
En un rincón del comedor,
la antigua Singer,
esperando
bajo un manto de humedad,
herrumbre y polvo,
las manos temblorosas de mi madre
para hilvanar
entre puntada y puntada,
sueños. memorias 
e historias familiares.
Mesas   camas   cuadros
retratos   sábanas   manteles
custodios silenciosos
de una historia
que se rehúsa a morir
sepultada
bajo escombros
telarañas
olvido.


AFTER PARTY… DESPUÉS DE UNA LARGA CADENA NACIONAL

Vladimir Amaya | El Salvador


En torno de una mesa de cantina, 
una noche de invierno, 
regocijadamente departían 
un cachimbo de alegres expresidentes salvadoreños.

Vestidos con sus trajes caros,
y algunos con sus informes militares:
                      medallitas y condecoraciones,
y alguna que otra masacre en los bolsillos;
todos muy animados le daban la bienvenida al muchacho
gorrita al revés, patas de pichiche,
que había sido electo gobernante de la otrora finca de sus más profundas ambiciones.

Lo sentaron muy cerca de ellos y con euforia lo vitorearon.

Francisco Menéndez, muy amable,
le advirtió hablándole bajito:
—No te sentés cerca de Maximiliano,
         no lo querrás como tu amigo
—ni como tu vicepresidente— intervino el ingeniero Araujo.
Patas de pichiche le gritó al general Menéndez:
—Cállese, viejo,
usted es de los mismos de siempre, no me diga qué hacer.
Al oír esta barbaridad, mi general
cayó fulminado por un infarto.

—Pero bebe, muchacho, bebe que aquí se toma Regalado—,
le decía don Tomás, guante en mano, blandiendo todavía su sable.
— ¡Bienvenido al clú más prestigiado de todo el chimbolero,
le dijo Malespín, quien sin ser mala espina, añadió:
—He oído que te va bien, pero te podría ir mejor.
Invade una patria al menos,
saquea algunas iglesias,
fusila un par de curas y haz desordenes bebiendo ron.
No olvides invadir tu propio país si es necesario (a Manuel José le funcionó).
Quema ciudades si te queda tiempo,
pero lo más importante: cuida tu cabeza de los malditos indígenas
                                                                   cuando pases por San Fernando.

Aquel caudillo hubiera seguido en su receta,
pero a la mesa no le pareció:
Votaron en secreto.
Y otra vez mi general fue desconocido, excomulgado
y desterrado a la sala de no fumadores y abstemios.

Y la plática seguía, seguía de lo más alegre,
entre brindis y hurras por el aprendiz de dictador. 

Y el patas de pichichi decía:
“Y los llamé mollera sumida…”
Y los expresidentes se carcajeaban.

Carlos Meléndez, Alfonso Quiñónez y Jorge Meléndez,
le preguntaron, sin rodeos, al quinceañero cuarentón:
—¿Nunca has pensado en hacer tu propia dinastía?
Tenés muchos hermanos.
Bien te salen unas cinco tandas, deberías de pensarlo…
—Es mejor solo dos
y uno que esté en las sombras—, le recomendaron, sabedores,
los hermanos Ezeta.
—Que no te falte un cuerpo represivo confiable,
nosotros tuvimos la «Liga Roja», eficiente y disciplinada.
— Yo tuve a los «Escuadrones de la Muerte»,
dijo una figura sombría al borde de la barra.
La leyenda dice que esa silueta es la de aquel “piricuaco”, seco y feyo
que nunca alcanzó la silla presidencial.

El licenciado Dueñas y el general Gerardo Barrios
continuamente interrumpían la conversación,
enfrascados en aquella discusión milenaria:
Que cuál era el mejor guaro de Centroamérica,
si el «Muñeco» o la «Quezalteca».
el general Martínez zanjó este pleito y dijo:
—Las aguas de colores
son las mejores que existen— mientras le pasaba el péndulo detector de venenos
al ceviche del general Fidel Sánchez Hernández.

—Y entonces, decinos,
¿cuáles son tus planes? — inquirió el teniente coronel Lemus,
justo en el momento en que se acomodaba un habano en la buchaca.
—Y entonces, decinos,
¿cuáles son tus planes? — inquirió el teniente coronel Lemus,
justo en el momento en que se acomodaba un habano en la buchaca.

El presi respondió:
Militarización.
    —eso es un buen movimiento —recalcó el coronel Armando Molina, reflexionando:
                  «No hay nada mejor para un civil que rodearse de policías y soldados».
El tío favorito de la capital continuó:
“Restringir el acceso a la información pública”.
“Instrumentalizar la religión para el dominio de las masas”.
“Detenciones arbitrarias y doblones de muñecas”.
“Gastar miles de dólares en propaganda en lugar de salud, educación y cultura”.
“Discursos de odio”. “Bloqueo a la prensa”.
“Comprar encuestas”.   
“Construir un estadio”, —Yo hice eso—Interrumpió Maximiliano.
“Poner un tren”, —yo también hice eso —interrumpió el Dr. Zaldívar.
“Poner una nueva moneda en curso que no beneficiará a nadie más que a mí y mis amigos”
          —Yo también hice eso ¡qué coincidencia! —interrumpió, sonriente, el licenciado Flores.
          —Pero al hacer estas cosas, repuso el interpelado, 
decirle al pueblo que todo esto sucede por primera vez.

Los exmandatarios asintieron admirados.
Y, junto al más cool, gritaban eufóricos: 
¡qué viva la vida… sin fisco!

Fue ya al final de aquella alborozada conversa,
cuando los expresidentes, cual hadas madrinas,
y bajo efectos etílicos de misteriosos sahumerios
otorgaron sus “dones” al benjamín tirano.

—Yo te doy el don de la “expropiación de tierras”, dijo uno.
—Yo, el de “los lujos estúpidos”, dijo otro.

— El don “del fraude”, el don “de la represión”
no pueden faltar, dijo un tercero casi llorando.   
No faltó quien le dijera: —El don “de la demagogia” te doy.

—Te doy el don de la “persuasión” y la matonería”, dijo uno más.
—El don “de la fiebre mesiánica”, dijo el último.

La velada terminó cuando el patas de pichiche dijo dos cosas que quedaron en la historia:
“Muchachos, tomémonos una selfie”.
Y “hay que seguirla en otro lado,
llevaré una dotación de atún con macarrones,
y de aquella harina importada que sé que les va a gustar.”

**
Las servilletas quedaron chorreadas y las boquitas tiradas en el suelo.
Las cervezas y las propinas las pagó el muchacho,
y claro, usó bitcoin.


CRÓNICA DE LA EDAD MEDIA

Juan Carlos Mestre | España


Son los mismos que en la Edad Media tiraban piedras a los leprosos
Una cuadrilla de pendejos que escucha Las Valkirias a todo volumen
Son las mismas carcajadas de Berlín la noche de los cristales rotos
Van a lo mismo que iban en la Edad Media, a tirar piedras a los leprosos
Salen de caza, de mala manera abarrotan con liebres los trenes de mercancías
Cada mirlo de cementerio es una gota de lluvia y el agua ya llega al cuello
Los coros se han puesto en danza, los enamorados de la Tierra se abrazan por última vez
A esta hora, en Belo Horizonte, bajando por la ladera hacia el mar va Bartolomeu Bueno da Silva en busca de oro
Ante estos acontecimientos, Carlos Drummond de Andrade, cuyo corazón no es más grande que el mundo, está melancólico
Hace treinta mil años que las libélulas se han convertido en caballitos del diablo y que los erizos hablan en voz baja
Pero en los cuarteles resoplan las teteras y los oficiales arrancan sus motos
Los cisnes de cuello negro llevan una vida normal lejos de nosotros, los perros levantan la pata sin avergonzarse en cualquier esquina
De acuerdo al historiador Plutarco en época de Julio César cuatro millones de personas fueron vendidas como esclavos
Cuando los relojes comenzaron a girar los mercaderes encontraron la fórmula perfecta
Y los emigrantes y los pelícanos cruzaron el mar de las preocupaciones para alquilar un piso pequeño
Durante varios siglos la dinastía Tang se zampó a treinta y cinco millones de seres humanos
En un milenio la Europa católica acabó con las existencias en todas las excavaciones de sueños
Hace rato que Cristóbal Colón ha regresado de América y la noche de san Bartolomé Catalina de Medici se quita la máscara para saludar a sus príncipes
Durante el invierno siguiente los viajeros llegan a su destino, la quinta sinfonía del opio se extiende por el imperio chino
En los cuarteles resoplan las teteras y los oficiales engrasan sus motos
Todo está a punto para desenterrar a Blanquina March veinte años después de muerta, procesarla por judaizante: condenada, incautación de sus bienes, quemados sus huesos en la hoguera
No son las huellas del lobo que lame la mano del hermano pequeño
Son los mismos que en la Edad Media tiraban piedras a
los leprosos
La mancha de Leopoldo Segundo rey de los belgas
Josecito y Adolfo aspirantes al título de peso mosca
Los mismos mal nacidos que arrojan propaganda desde los helicópteros.


RELOJ DE ARENA

Yadira Eguigure | Honduras


Hay cierta dignidad de la muerte que falta:
porque no se puede morir bajo el frío de la noche,
anónimos,
ausentes.
Desparramados por montes y aceras.
No se puede morir en pedazos,
dentro de un sucio saco,
en cajas
o bolsas plásticas
y que sea el filo solitario
o el pesado plomo
la última de nuestras visiones.
No, la muerte no es eso.
No se puede estrujar así un cuerpo que amó
y que fue amado:
reducirlo a nada,
humillarlo.
Nadie debe morir asfixiado
mendigando el aire que se niega,
desangrándose,
conectado a la nada,
sin esperanza.
Porque Nada es lo que abunda.
No, no se puede morir así:
burlado,
olvidado.
La muerte es otra cosa.
No se puede morir huyendo,
lejos de la madre
que acoge y consuela.
La muerte no usa máscara,
es la dulzura que llama
cuando llega el turno inamovible.
Hace falta su eco
resonando en los huesos,
asistiendo al reclamo.
No se puede relegar este último diálogo
al zumbido de las balas,
al poder de su furia.
Así no llama la muerte.
Quienes mueren de esta manera
mueren mil veces,
porque con ellos mueren países
familias
amores:
muere la vida.
 


CERRO MARAVILLA

Elsa Tió | Puerto Rico

A Arnaldo Darío Rosado y Carlos Soto Arriví


APUNTARON al hombre quince manos
cayó en el monte al borde de sus sueños,
deshojaron su frente y su mañana,
e hicieron triza su corazón de isla.
Luego sepultaron hondamente su cuerpo
como para que las semillas se olvidaran,
pero quedó su idea a la intemperie,
su fragancia en la forma de ser de algunas flores,
su silencio en el espacio bochornoso de un crimen,
sus ojos en el gesto asombrado de los pájaros,
su tiempo terminado en una herida.
Tiraron a matar y sin saberlo
hirieron a un país que sabe presentir
la justa diferencia entre el vacío y el puente,
la clara transparencia del aire sobre el viento,
del llanto sobre el agua,
del engaño que habita las palabras
y de la trampa en medio del camino.
Despertaron la muerte y la locura
coagularon la sangre y la tristeza
y a pleno día, a pleno sol,
en pleno despoblado se le acabó la vida.
Pero ya está de vuelta de la muerte desandando el olvido.


LA MISIÓN DE UN HOMBRE

José María Memet | Chile


Un hombre es un hombre
en cualquier parte del universo
si todavía respira.

No importa que le hayan
quitado las piernas
para que no camine.

No importa que le hayan
quitado los brazos
para que no trabaje.

No importa que le hayan
quitado el corazón
para que no cante.

Nada de eso importa,
por cuanto,

un hombre es un hombre
en cualquier parte del universo
si todavía respira

y si todavía respira
debe inventar unas piernas,
unos brazos, un corazón
para luchar por el mundo.


A LA FÁBRICA DE PLAYWOOD

Rodolfo Dada | Costa Rica


¡Arrecien olas!
son pequeñas para tanta osadía,
para tanto valor de capitanes.

¡Arrecien olas!
aún no logran mojar ni el musgo
de las trozas
que arrastra en fila
la barca maderera.

¡Arrecien olas!
no haya capitán en el poblado
que se aventure a la boca,
nadie se atreva con el timón
ni el mismo Wilton,
ni Atanasio.

¡Arrecien olas!
desolada queda la ribera,
desolado el crique y la quebrada
             Mil árboles duermen el sueño de los justos,
mil entre cedros machos
               almendros
               cativos
               espaveles.
              Son diez mil nidos perdidos de oropéndola,
cincuenta mil huevos,
seiscientas iguanas y garrobos,
quinientos zorros y monos colorados,
un águila arpía,
una pareja de guacamayas,
trece zopilotes,
un tigrillo,
y quince manigordos.


Tanto revoloteo de alas,
tanto nido cuelga en el vacío,
el mono que ahuyaba en el último cativo.

¡Que de vuelta y vuelta la barca
buscando la calmura!
¡Vuelta y vuelta sin troza
la moledora de madera!

Nadie se atreva a derribar la casa de la iguana.
Nadie construya su casa de la casa del otro.


ESTA TIERRA

Juan Carlos Rivas | El Salvador


¿Qué es un país sin bandera?
¿Una región sin nombre?
¿Un artista sin patria?
Así me nace este llanto de vidrios rotos;
de labios ensangrentados,
de ojos sin voz
que miran a través del polvo.

Esqueletos de pájaros cantan
el mismo adiós y el mismo desconsuelo;
nos maldicen todas las mañanas
desde el púlpito de la muerte,
allá donde el sol llora
una noche sin nombre.

Esta tierra viene germinado un dolor profundo
que brota como flores de un árbol de espinas,
la mano que nos tiende el señor feudal
que solo es un verdugo sin gloria.

El eco se cuela como el viento
en lo más profundo de nuestras raíces
hasta estrellarse en una pared
que muestra los agujeros de balas antiguas.
Es entonces cuando la sangre me hierve
en un conjuro de sombras;
en ecos disfrazados de golondrinas negras
que se posan sobre mis libros.
Mis libros de historia que hablan
sobre distintas clases de amor, sobre todo,
aquellos amores truncados por el destino.
¿Qué es un artista sin patria?
Qué es un poeta sin patria sino un volcán
a punto de estallar y quemarlo todo…


POEMA DEL CANSANCIO

Carlos Parada Ayala | El Salvador

A Roque, César, Pablo,
Naomi y Arturo
.

Sucede que me canso de ser prófugo.
Sucede que me canso del exilio,
                                           de la falta de papeles.
De ser ilegal me canso.
Sucede que me canso de ser dólar,
                                        de ser remesa,
                                                  de ser hermano lejano.
De las deportaciones me canso.
Sucede que me canso de ser
     arrimado,
                   mendigo,
                                 marihuanero,
                                            guanaco hijo de la tal por cual.
Sucede que me canso de ser Roque,
                                                        de ser César,
                                                                         de ser Pablo.                             
De ser Carlos me canso.
Sucede que me canso de ser arma,
                           de ser mara,
                                           de ser guerra,
                                                       de ser país del homicidio.

Sucede que me canso del secuestro.

Sucede que me canso de ser asesino en las primeras planas
        del Washington Post,
                              el New York Times,
                                            La Prensa Gráfica,              
                                                       El Diario de Hoy.

Sucede que me canso de esta cruz en que nací clavado.
Sucede que me canso de ser Cristo y punto.

Sucede que me canso de ser jornalero.
Sucede que me canso de ser ladrillo,
                          plato,
                                     escoba,
                                                  canción de cuna,  
                                                                             piso.
Sucede que me canso de ser prostituta.
De esta cumbia tenaz que bailo desnuda en los bares me canso.
Sucede que me canso de mi lengua
                                   de mis ojos,
                                                    de mi piel,
                                                                    de mi acento.

De estas palabras me canso.

Sucede que me canso del camino,
 de los trenes,
                    del coyote,
                                    de la noche,
                                                            el muro,
                                                                          y la frontera.

Sucede que me canso de este afán de ser poeta.
Hasta de la poesía misma me canso.
Sucede que me canso de los presidentes,
de los expertos en mi tierra,
        de sus tanques de pensamiento,
                               o sus centros de análisis,
                                                    de sus arsenales
                                                         y sus guerras me canso.
Sucede que me canso de Arizona,
             de Prince Williams,
                         de Loudon County,
                                                               de San Salvador
y de Washington me canso.
Sucede que me canso de ser hombre,
                                         de ser hembra,
                                                                      de ser hambre.

Sucede que me canso de suceder.
Sucede que me canso del cansancio.
Sucede que me canso de ser.
De esta conciencia que me mata me canso.


EL SOMNÍFERO DE LOS SAQUEADORES

Juan Sobalvarro | Nicaragua


En la madrugada, mientras la ciudad dormía
los nietos de treinta perros sombríos
le hurtaron la mitad de los sueños a todos.
Algo tan íntimo como el sudor
y el sudor de los recién nacidos boquiabiertos,
les pertenece.
No, de nada nos servirá el insomnio
velar las noches pegajosas de Managua
hemos de renunciar a nuestras tres hambres
–eso que nos subordina a las máquinas–
abandonar la imagen de gente buena
la aspiración a vivir en paz con los animales.
Mientras respiramos el aroma de nuestras buenas
intenciones
los saqueadores siguen trabajando de manera brutal
planificando la burla.

Un día descubriremos que
éstas no son las malas noticias
resulta que los sueños se regeneran
como tubérculos mudos en la peor sombra
que el deseo de felicidad es inagotable
renace como la flor de la sed en el desierto
y sobrará quien lo justifique todo
y sobrará el roto segundo en que
justificaremos todo.


COMENTARIOS (X)

Jorge Boccanera | Argentina

suena/ un tiro en la noche: el poeta/
ya/ no/ duerme.
Rafael Góchez Sosa


La gente ha escondido sus ruidos,
sus modos de doler,
ha incendiado sus nombres,
fusilado su ropa,
puesto a dormir su sangre y sus saludos.

Por si esto fuera poco,
los perros de la noche
llevan mi nombre entre sus dientes.


ÚLTIMAS NOTICIAS

(Habla un diputado)

Héctor Carreto | México


Leo en el suplemento del diario
un epigrama contra el gobierno
del César —mi amo.
Doy mi palabra: los políticos no tenemos
tantos abusos de poder,
como asegura la prensa;
no compramos tantos votos,
no mandamos matar a tantos periodistas,
ni saqueamos tanto el erario de la Nación.
Somos fieles servidores de la Patria,
aunque el pueblo,
en verdad, no nos entienda.


Horacio Benavides | Colombia

TE METIERON en una bolsa negra
y te llevaron al monte

yo por entre los matorrales los seguí

Los hombres decían chistes
cavaban y reían

Cuando las cosas empezaron a calmar
fuimos al monte y te trajimos a la casa
para que no te sintieras solo, hermano

Ahora estás en el solar

A tu lado sembramos un ciruelo,
el que da las frutas que tanto te gustan

y todos los días lo regamos con agua
y con lágrimas

LOS TESTIMONIOS


¿QUÉ HABÍA DEBAJO DE LAS MACETAS?

Estuardo Álvarez | Guatemala


Estimado poeta, usted pide demasiado, con esa forma elegante y alegre de vocalizar sus ideas. Le admiro, es responsable de muchos poemas que en días de melancolía personal me hacen sonreír. Yo siempre he compartido mis poemas, son ataditos de palabras que me gusta poner de vez en cuando en la mesa de mi casa, en la estantería o en el marco de la ventana, de vez en cuando en alguna página de algún periódico pequeño. Son ataditos de palabras, ramilletes de flores sencillas y silvestres.

Mi madre tenía sus macetas de violetas y las cuidaba con tanto amor. Tengo la clara imagen de sus macetas: latas oxidadas y brotando de ellas hermosas violetas… de ahí, creo yo, viene mi concepto del derecho a la belleza. ¿Usted me pide ahora, que me detenga y, vuelva a ver en donde es que han estado mis pies, mi corazón, mis manos… es usted un sádico? Lo dudo, usted es un gran poeta y la humanidad se le desborda. Ese es el problema; su humanidad, la mía y la humanidad de los otros.

Ya le he hablado de las macetas de mi madre, y ahora creo que me toca hablar de cuando nos tocaba moverlas… ¿qué había debajo de esas macetas?

Humanidad, eso había, una desastrosa humanidad, un camino oscuro…eso había debajo de las macetas y eso es lo que hay detrás de mis poemas. Un rastro de ausencia, de muerte, de macabros hallazgos, de dolorosas despedidas que no han podido ser. Me involucré desde muy joven en el rastreo de fosas clandestinas en Guatemala. Caminé días, sumando todas las horas y recogí testimonios de gente de campo que me contaba cómo asesinaron a sus familiares, dónde los enterraron y cómo a muchos familiares se los llevaron y nunca más regresaron. Así dicho es legible y fácil y quizá hasta entendible, es tan normal ahora la muerte y la violencia contra los otros. Verdad que todos sabemos de las masacres contra los pueblos indígenas y de los miles de desaparecidos que hay en El Salvador y Guatemala y usted no me dejará mentir ¿alguien se conmueve? ¿a alguien le importa? ¿a usted? ¿a mí?  ¿y qué hacemos… poemas?  Es claro que quien mandó a masacrar y desaparecer no va a arrepentirse. Tuve esperanzas, le digo, de que cuando “los compañeros” llegaran, abrirían los cajones de la muerte y desmantelarían la corrupción y abolirían la impunidad…

Tengo en la piel, los testimonios de madres y hermanas de personas detenidas desaparecidas en la ciudad. Ya no se vale decir o seguir diciendo “se lo ganó” “en algo andaría metido”. Usted sabe también como yo, que lo que se quería lograr era el cambio de las estructuras económicas y el fortalecimiento de los pueblos, de la sociedad civil, es decir: lo que se pretendía era lograr que la riqueza, que tanta hay en nuestros países, fuera justamente repartida. Testimonios de una madre llorando y diciendo que no recordaba con qué ropa había salido su hija hacia la universidad… y ese no recuerdo sería su condena hasta el día de su muerte. Testimonio como el de la madre que siempre que hablaba de su hijo, a quien fueron a sacar de su casa, se miraba la mano, hasta que en una de tantas entrevistas y mirando su mano dijo: si lo hubiera apretado con más fuerza, él aún estaría aquí…

Querido poeta no voy a seguir por este sendero que me carcome. Debe saber, amigo, que lloro, lloro cuando leo noticias, cuando recuerdo estas cosas, lloro por lo triste de la humanidad y lloro por la esperanza en la humanidad. Y he de confesarle que escribo poco, ahora mi juventud está cansada y no tengo las ganas de los laureles y los premios y los reconocimientos. Escribo poco y confío en que él o la lectora sentirá algo en mis poemas, sólo un algo sin nombre ni definición propia. ¿Acaso no es eso la poesía? Otra cosa es la construcción del poema y del poeta, cada quien se forma y se guía y se fragua y se publica. Cada quien a lo suyo…

Dejo entonces aquí esta carta pues me parece que lo que me ha pedido está hecho, justificar mis poemas, y por usted, amigo mío lo hago. No lo volveré a hacer y, como hasta ahora, seguiré escribiendo poco y publicando menos… La poesía está conmigo, pero yo, no siempre estoy con ella.

Con un afectuoso abrazo


¿Vamos ganando?

Francisco Larios | Nicaragua


El atardecer llovía triste en las hondas rajaduras de la calle de tierra alrededor de la iglesia. Llegábamos poco a poco, de uno a uno o en pares. Íbamos buscando ubicación en rincones que creíamos poco visibles. Fingíamos hablar, pasear como transeúntes. Aunque de poco servía la maniobra que creíamos ingeniosa: no hay transeúntes desconocidos en un barrio así, el intestino lodoso de la ciudad, donde solo circulan los que van y vienen del vecindario, a la rebusca, a los trabajos de chamba y a los mercados donde las mujeres llevan tortillas o frutas en canastas.

Después de un rato, una negrura casi total parecía tragarse el único poste de luz, a una cuadra de distancia. En las pocas ventanas abiertas temblaban luces agónicas. Podrían haber sido barquitos cruzando el horizonte en el borde de una noche de mar.

— Compas, juímonos pues, a volar verga.

En el centro de la calle, justo frente a la iglesia, una fogata hecha de llantas de carros. Jairo apareció en su moto con una caja de bombas de contacto, la entregó a Javier, y se fue sin decir palabra.

— A mí, compa, deme dos.
— A mí también.

Habrán tenido 12 años, el pelo grueso de polvo y la piel curtida, delgados y fibrosos, pequeños, hombres en cuerpos ágiles de niños, o al revés, adultos sin saberlo, niños de corta niñez. La pobreza acelera la vida. Tomaron las bombas, una en cada mano, y se pararon a ambos lados de la bocacalle. El resto de nosotros tomó las suyas y se escondió como pudo.

— ¡Ahí vienen las bestias!

Corrieron a pararse a la vista de los soldados.

— ¡Qués la verga, jueputas, qués la verga, perros de mierda, muera Somoza!

Como a dos cuadras de distancia, los jeeps de la Guardia, que parecían tener en su trompa la cola erecta de un alacrán (habían sido equipados para proteger de otras emboscadas, en otra guerra) aceleraron, y empezaron a disparar. No podría decir a ciencia cierta si apuntaron a los cuerpos o al aire, porque todo ocurrió en fracciones de segundos, y no los segundos que transcurren en la normalidad despierta, sino en los sueños, donde un segundo atropella al siguiente y el próximo se revuelca con los anteriores, y el que viene arrastra en un alud a los que siguen, hasta que todo es una polvareda de gases, ruidos, explosiones y gritos, ¡Hijos de la gran puta, le dieron al teniente!, ¡Agárrenlos, vuélenles verga!, ¡Compa, deme otra! ¡Por atrás, por allá, ahí vienen más perros! ¡Traigan la camioneta, que el Chino está herido! Había tropezado en la oscuridad. Le habían explotado en las manos dos bombas de contacto. Iba delante de mí. No sé quién era. Solo sé que era un niño, y era del barrio. Nunca he podido olvidar la carne desgarrada y la sangre en sus dos manos. Ni lo que dijo cuando lo montaban en la tina del vehículo para llevarlo a un hospital: “Compa, ¿vamos ganando?”.




LA PAZ INCÓMODA, contenidos


Deja una respuesta

Your email address will not be published.