Francisca Alfaro, educadora y poeta salvadoreña, en este artículo de opinión considera que la educación solo puede ser real si libera a la persona de las cadenas de la vulneración de sus derechos
La frialdad con la que nos despedimos del pasado suele ser una imagen recurrente en los titulares de periódicos, en notas de los medios de comunicación digitales o bien en la paupérrima formación de aprendices de magos que disfrazan los números reales sobre migración, muertos, violencia, el desempleo, entre otros. Al otro lado de la calle una mujer joven pide dinero para comer, mostrando en su vientre la vida por llegar, pero es más importante tomar fotografías bonitas e ignorar la realidad.
Treinta y dos años después de la firma de los Acuerdos de Paz, veinte años después de ejercer la docencia, el país sigue adoleciendo de graves situaciones educativas como la deserción, la militarización como vía para pacificar (ironía) y la falta de formación y empleos dignos para la juventud.
Algo muy terrible ha ocurrido desde que tengo conciencia de la realidad y es que somos los hijos de los obreros quienes hemos puesto la carne para que los que hacen negocio de la política llenen sus alacenas y nos en vendan ideas (muy caras de hecho) sobre la paz. Para las estructuras de poder la paz fue la excusa para hacer dinero con la política. Vi como amigos, vecinos, estudiantes y familias completas fueron víctimas de la marginación, la violencia estatal y por ellos nadie habló e hizo nada.
Frente a eso, la apuesta por la niñez, por supuesto que es necesaria, pero sin olvidar a los jóvenes, a las familias heridas por la corrupción, y las secuelas de la violencia. Freire (1996) nos dice algo sobre esa perspectiva dialéctica de lo educativo «La defensa de la libertad, la vigilancia en el sentido de detener cualquier traición a ella, son deberes democráticos a los que no podremos renunciar, jóvenes o no. Aún más, protestar contra los desvíos éticos de las autoridades moralmente incompetentes es una forma no solo de estudiar sino también de producir conocimiento, de profundizar y de fortalecer la memoria» (p.171).
La educación solo puede ser real si libera a la persona de las cadenas de la vulneración de sus derechos, les empodera para construir un país productivo y sostenible, no para ser personas desechables, expuestas al poder real del crimen o a la burocracia estatal. Del sector docente puedo decir que su labor es admirable y que existe una deuda tremenda en relación a las condiciones laborales tanto en el sector público como privado, me refiero a velar por su salud mental, a programas reales y permanentes para certificar su formación, a los incentivos, a los salarios del sector privado, entre otros. Los docentes son los pilares de la escuela. Lo educativo está más allá de los cuadernos y de llenar libros, es una forma de ver el mundo en función del bienestar integral de la persona, su felicidad, no solo en función de un título o de promocionarle.
Como los árboles, la niñez mediante las acciones educativas crecen y se fortalecen en función de una conexión con todo lo que les rodea. Formar ciudadanos que se pronuncien frente a lo injusto, que no consuman la publicidad sin pensar de manera crítica y que participen activamente en el debate público es una tarea conjunta. Educar es saber que la niñez aprende más de las acciones que de las palabras escritas. La paz es una necesidad, una lucha constante por establecer acuerdos y no se puede lograr en un país donde se ignora al otro en su tragedia social y económica. Desde hace 32 años sigue estando peligroso, porque tirios y troyanos hacen negocio de la pobreza, de la muerte y se visten muy bien.
San Salvador, 14 de enero de 2024.
FRANCISCA ALFARO. Poeta Salvadoreña. Nace el 10 de Julio de 1984. Es profesora de Lenguaje y Literatura y licenciada en Letras por la Universidad de El Salvador (UES), Diplomada en Teatro (2006), Egresada de la opción Literatura de la Maestría de Estudios de la Cultura Centroamericana de la misma casa de estudios. Estudiante del Doctorado en Educación de la Universidad Don Bosco. Fue miembro fundadora del Círculo de la Rosa Negra y el Colectivo Literario Delira Cigarra. Colaboró como guionista literaria del manga «15 segundos» (2014). Autora del libro Crujir de pájaros (Editorial del Gabo, 2015) y Conversaciones anormales (Editorial La Chifurnia, 2017). Ganadora del segundo lugar en el Certamen Poético Universitario «Tu mundo en versos» (2008); de los Juegos Florales de Zacatecoluca 2014 con el poemario «Ficción del amor»; primer lugar del certamen Santa Tecla Activa con «Inventario de la sombra»; tercer lugar de poesía en el Certamen «La Flauta de los Pétalos» (Centro de Estudios de Género de la UES, 2016); y ganadora en cuento en el Certamen de Literatura de la Primera Infancia «Maura Echeverría» (2017). Ha publicado en Tzuntekwani (Secretaría de Cultura del FMLN, 2016); Subterránea palabra (THC, 2015); Poeta soy (MINEDUCYT, 2019), entre otras antologías. En 2020 publicó Cartón para un monólogo con Editorial Índice Libertario. En 2021 participó en la antología Dictadura Vintage. En 2022 publicó el poemario Indómito (Editorial La Chifurnia) y participó en la antología La paz no se logra solo con el deseo.
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